¿Quien hubiera creído?: Cristina vuelve, no por clamor popular sino por mano de Lorenzetti
En el Senado se nota mucho que algo raro se cocina entre el gobierno anticasta y la casta kirchnerista. Cristina pidió la ampliación de la Corte: su obsesión sigue siendo la impunidad.
Autor: Ricardo Roa de Clarin - 31/08/2024
A Milei se le complican más las cosas. La complicación no empezó esta semana. Viene, para ponerle arbitrariamente un principio, desde que el Congreso le bajó el DNU pro SIDE y le metió la ley jubilatoria que le pega en la línea de flotación, o más bien por debajo de ella, a la madre de todas las batallas mileístas, que es el equilibrio fiscal. Además, ya estaba más que subido de tono el torneo oral presidente-vice, al que se le sumó el rarísimo pedido a Villarruel del bloque de senadores libertario de echar a uno de sus miembros, por no estar de acuerdo. ¿Viva la libertad, carajo?
Y, se puede decir, que las cosas se le siguen complicando. Su ministro de Justicia va y dice de pronto lo que medio o todo el mundo viene diciendo desde hace rato: a Lijo lo propuso Lorenzetti. Y para peor, el otro candidato del gobierno para completar la Corte, García Mansilla, va y dice que a él le ofreció el cargo el todo en uno de Milei, Santiago Caputo, lo que habilitó a Lousteau a pedirle que le aclarara si había oído bien, que para ir a la Corte el ofrecimiento le había llegado vía un monotributista que ni siquiera es funcionario.
La casta, se podría decir, aunque nadie lo esté diciendo y menos aquí, se las arregla para aumentarse. Lijo no tuvo que defenderse en el Senado, donde se nota mucho que algo raro se cocina entre el gobierno anticasta y la casta kirchnerista. Las cabezas de negociación son Santiago Caputo y Wado de Pedro, ahora más que nunca delfín de Cristina. Se conocen: la consultora Move de Caputo armó la campaña de Milei pero trabajó también para la de de Pedro. Caputo se mueve con el vice de Justicia, Amerio, que le responde y que no hace nada para disimular que no le responde al ministro, Cúneo. Y, con de Pedro, está Mena, ministro de Kicillof.
Las negociaciones son por Lijo y algo más. Nadie sabe cómo Milei y Lorenzetti calcularon que ya tenían los dos tercios del Senado. Se sabe que hablaron con Massa, que dijo hablaba en nombre de gobernadores; con Olmos, el último jefe de gabinete de Fernández y con Yacobitti, el socio político de Lousteau. También, que juntar esos dos tercios significa tener a Cristina, que saca cabeza como si fuera la dueña de todos los votos de los senadores peronistas, aunque tenga realmente menos de la mitad. Cristina, al final, avisó: no voy a aflojar mis votos sin peaje. ¿Qué pidió? Ampliación de la Corte. Ella nunca pudo meter ahí un juez. Cuesta creerlo: ahora, y sin poder, quizás esta vez se le dé. Se diría: Cristina vuelve y no por clamor popular, sino por mano de Lorenzetti.
Milei/Caputo le dijeron: te prometemos hacerlo después de que votes a Lijo y a García Mansilla. Todavía están esperando su respuesta. Cristina contrapropuso: voy a apoyar a Lijo y García Mansilla si puedo meter dos mujeres, una la ex senadora santafesina María Sacnun. Y sumó el relevo del procurador. La obsesión de la ex sigue siendo la misma de siempre: conseguir impunidad.
El algo más de las negociaciones por Lijo es mucho más y muy peligroso: colar sus candidatos en las 144 vacantes de la justicia. Las ternas están en la Rosada y son cargos en todas las instancias. Camaristas y jueces de tribunales orales y juzgados tanto del fuero nacional como del federal. Algunos casos que les interesan especialmente a Cristina y La Cámpora: Viviana Beigel, apoyada por Fernández Sagasti para la Cámara de Apelaciones de Mendoza. César Grau, mano derecha del ex jefe de Contrainteligencia de la SIDE Rodolfo Tailhade. Juan Stinco, para la Cámara en lo Civil y Comercial Federal o un estratégico juzgado contencioso.
Humberto Guardia Mendoca: defensa de la competencia y Edmundo Pérez Nami, al que premian por votarle a Cristina su jubilación especial, para un juzgado fedeal de Seguriadd Social.
Más: Johanna Cristallo, ex secretaria de Gils Carbó, que se postula para una Cámara de Apelaciones. Adrián Martín, para Casación y María Stupenengo, que busca un lugar en el juzgado en lo Civil y Comercial federal. También Gabriel Rey, para la Cámara en lo Criminal y Correcional y Laura Fillia, en primera instancia. Siguen los nombres, pero con éstos se tiene buena idea de qué y cuánto poder se trata.
¿Qué pensará Macri de este retorno de Cristina después de haberle ofrecido los votos Pro a Milei justamente para evitarlo? Las cenas M M (Milei-Mauricio) en Olivos han pasado a ser semanales. ¿Para qué, entonces, los senadores libertarios le piden a la vice Villarruel que eche del bloque al formoseño Paoltroni porque publicó su no a Lijo, si apartarlo o no es decisión del bloque no de la vice?
Pero es lo que hay. Y hay más, que puede parecer anécdota pero tal vez no lo sea. Es el caso de los espías de la nueva SIDE que fueron a husmear a los juzgados como siempre, pero ahora diciendo que es para dejar de hacer lo de siempre. En el documento de refundación, por decirlo de algún modo, se plantea que la SIDE debe separarse de Comodoro Py. Que no haya más espías recorriendo despachos de los jueces. Incluso se arregló con el Procurador Casal que todos los pedidos se canalizarían con Olima, su jefe de gabinete.
¿Y qué fue lo primero que hizo la hipotética nueva SIDE? Mandar a un abogado, Ignacio González, a buscar información en causas que involucran a empleados del organismo, pero de la gestión de Arribas y Majdalani, en el gobierno de Macri. González se presentó como apoderado, mostrando una especie de documento con tachaduras para evitar que leyeran los nombres de los espías. Le faltó el zapatófono del súper agente 86. - “Santiago, aquí no me quieren mostrar los papeles”.
A todo esto se le suman las ya mundialmente famosas peripecias amorosas de Fernández con su book de acompañantes y su agencia de colocaciones femeninas, que se han tomado mayormente por el lado frívolo, pero que en el fondo añaden bronca a la bronca. Y así se estrecha cada vez más el margen para el error político, el oficialista y el opositor: más gente diferencia política de casta y se asombra y embronca con la audacia o la ingenuidad de repetir prácticas viejas y muy usadas. ¿Otra cosa que no se aprende? Si esta pregunta tiene respuesta fácil hay otra más difícil de contestar: ¿cuánto falta para que el que aguanta deje de aguantar?