Los fertilizantes, en el podio.
Es una tecnología que permitió triplicar la producción de granos en tres décadas Los fertilizantes, en el podioEn la Argentina, hace 30 años se levantó una gigantesca planta de urea en Bahía Blanca.
Autor: Héctor Huergo Editor de Clarin Rural - 24/08/2024
Dedicamos esta edición de Clarín Rural al tema fertilización de la cosecha gruesa. Más allá de los nubarrones que afronta la campaña, signada por la preocupación por la chicharrita, la caída de los precios internacionales y la persistencia de rémoras como las retenciones y otras lindezas, vale la pena hacer una recorrida sobre la historia de este insumo clave en el país, y también en el mundo.
En el año 1900, cuando la agricultura empezó a capitalizar los aportes de la revolución industrial, la población mundial era de 2.000 millones de habitantes. Durante el siglo XX se triplicó. En apenas 100 años llegamos a ser 6.000 millones. Y hoy pasamos los 8.000. Si bien hay bolsones de pobreza extrema y todavía hay quienes no comen bien, la realidad es que la agricultura se las arregló para brindar alimentos para todos.
Y es más: no solo se pudo atender la demanda nutricional creciente por este aumento demográfico, sino que además la humanidad atravesó y atraviesa una enorme revolución dietética, con un incremento de la demanda de proteínas animales. Este salto de calidad implica una mucho mayor demanda de cereales y harinas proteicas para atender la alimentación de todo bicho que camina y va a parar al asador.
Además, un 20% de la cosecha mundial del principal grano, el maíz, ya se destina a la producción de etanol, un sustituto de la nafta con enormes beneficios ambientales. El subproducto de esta industria, los DGS o “burlanda”, forman parte también de la alimentación animal.
Este proceso se pudo sostener sobre la base de los fertilizantes. La “fertilidad natural” es un fenómeno de corto plazo. En pocos años, las cosechas se llevan los nutrientes que hay en los suelos prístinos. Hay que reponer esos nutrientes, y con eso no alcanza. Porque descubrimos que también hay vida inteligente en el interior de esos suelos, seres vivos que requieren sus propios alimentos para cumplir con sus servicios en procesos que recién estamos descubriendo.
Pero los macronutrientes han sido mandatorios. En primer lugar, el nitrógeno. Al principio se usaba el de origen mineral, el recordado nitrato de Chile. Durante la primera guerra mundial, Alemania, bloqueada por Inglaterra, se quedó sin él, que se usaba también para hacer explosivos. Entonces apelaron a un invento de dos científicos, Haber y Bosch, que habían desarrollado la síntesis de amoníaco a partir del nitrógeno del aire y una fuente de hidrógeno, en este caso el gas natural.
Hoy este método permite producir 150 millones de toneladas de amoníaco, precursor de la urea, el fosfato diamónico y otros fertilizantes nitrogenados. Haber y Bosch recibieron el premio Nobel de Química en 1918 y 1930, respectivamente. Un reconocimiento que debería renovarse porque recién ahora, un siglo después, sabemos lo que realmente significó.
En la Argentina, hace 30 años se levantó una gigantesca planta de urea en Bahía Blanca. Parecía un elefante blanco. La idea era aprovechar el gas, que por entonces abundaba, para producir y exportar fertilizantes. Acá no se usaban. Pero aprendimos a fertilizar y al poco tiempo no daba abasto. En lugar de exportar urea, ahora la embarcamos convertida en cereales. El maíz le da valor agregado a la urea, que a su vez es gas. Al final del día, el maíz, la Vaca Viva, le dará vida a Vaca Muerta.
Otro ejemplo elegante es el del fósforo. La Argentina carece de este recurso, que no se puede sintetizar. Entonces lo importamos, va al campo, se convierte en maíz, soja o lo que sea. Conceptualmente, es un insumo que ingresa por admisión temporaria y luego se exporta bajo la forma de harina o aceite de soja. Sin que implique un desbalance de recursos. Es como el negocio del aluminio: Aluar importa la bauxita, y en Madryn le inyecta energía renovable (Futaleufú) para hacer lingotes de aluminio para exportación. Es decir, lo que exportamos es energía renovable.
El agro triplicó la producción en tres décadas. Fue la tecnología. Con los fertilizantes en el podio.