El contexto de una nueva discordia con Brasil y el Mercosur.
En los últimos días la relación argentina con Brasil y nuestra participación en el Mercosur han vuelto a estar en discusión. La ausencia del presidente Milei en la reunión cumbre de Asunción y la reactivación de las diferencias políticas entre los lideres de los dos mayores países de nuestro subcontinente giran en realidad alrededor de una situación hasta hoy irreversible: el Mercosur es fuente de más diferencias que concordancias.
Autor: MARCELO ELIZONDO en Clarin - 09/07/2024
Lo ocurrido en estos días, sin embargo, no ocurre en el vacío. Todos los actos cobran significado en un contexto y es inutil analizar solo una parte de un fenómeno. Dice Henry Bartof que una parte es apenas el lugar para presenciar la totalidad (y pensaba Hegel que solo la totalidad es lo real).
Pues, en los acontecimientos de estos días, los movimientos presidenciales no ocurren en abstracto sino dentro de un proceso hasta ahora poco auspicioso: asistimos a una ya crónica y paulatina pérdida de importancia relativa del Mercosur.
Las circunstancias desfavorables nunca son la causa de una decisión, pero suelen ser la ocasión propiciatoria. Porque es más fácil disentir con lo disfuncional.
Señala Mesge Halbertl que para que un hecho político funcione debe apoyarse en puntos de referencia que ocurren fuera de la política. Pues en el Mercosur (siendo un bloque creado para el comercio) las referencias muestran un comercio menguante.
En los últimos pocos años, las exportaciones argentinas hacia el Mercosur han promediado una cifra menor en 10.000 millones de dólares a la de hace un decenio (son unos 13.000 millones de dólares hoy, contra más de 23.000 millones en 2013). Lo que, además, hace que la participación de las exportaciones intra-bloque en el total argentino haya caído de 28% en 2013 hasta un promedio de 20% en los años recientes.
Ya pensó Lord Kelvin que cuando uno puede expresar en números aquello a lo que está refiriéndose, uno está más cerca de la explicación.
En realidad, como fenómeno mayor, el bloque ha perdido la práctica que el art. 1 del constitutivo Tratado de Asunción prevé cuando regula “la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre los países, a través, entre otros, de la eliminación de los derechos aduaneros y restricciones no arancelarias”. Y también ha olvidado el compromiso de los Estados Partes de “armonizar sus legislaciones en las áreas pertinentes, para lograr el fortalecimiento del proceso de integración”. Porque desde prácticas aduaneras restrictivas, pasando por normas técnicas o administrativas limitantes, y hasta con medidas tributarias (como el propio impuesto PAIS), mucho es lo que ha violado la norma integradora y su espíritu.
Y ello se completa con las reiteradas decisiones que han desconocido otra prescripción del constitutivo tratado citado: “el establecimiento de un arancel externo común y la adopción de una política comercial común con relación a terceros Estados” (al arancel externo no es común y las practicas unilaterales son crecientes).
La crisis se profundiza cuando se advierte que el Mercosur es un espacio de escasísimos incentivos para el comercio y las inversiones de sus miembros con el resto del planeta. Las relación exportaciones /PBI de sus integrantes -hacia todo el mundo- apenas ronda el 15% mientras el promedio global supera 30%. Ese ratio es el menor entre los 20 principales acuerdos de integración regional del mundo. La falta de tratados de integración y apertura reciproca con terceros países es una de las razones de esa escasez (otra razón es que el bloque nunca pudo evolucionar desde su realidad de mero tratado arancelario inter-partes, mientras más de la mitad de los 370 pactos regionales vigentes en el planeta ha avanzado hacia confluencias regulatorias en muchas otras materias).
Detrás de lo referido aparece un acontecimiento político mayor: también la relacion ente Argentina y Brasil mengua paulatinamente en su significación comercial. Si bien Brasil sigue siendo (aun) el principal destino de las exportaciones de bienes de nuestro país (no lo es en los servicios), la evolución muestra que mientras en aquellos primeros años posteriores a la conformación de la alianza (a fines del siglo XX) Brasil llegó a generar 26% de todas las exportaciones argentinas (antes de ese tratado rondaba el 10%), hoy solo lo hace en 16% del total.
Más aún: en 2013 Argentina había exportado unos 17.000 millones de dólares a Brasil, pero el año pasado esas exportaciones fueron de poco más de 11.000 millones). Lo que se completa con la retracción en nuestras importaciones desde Brasil, que descienden desde representar 35% del total (año 2005) hasta 22% (hoy).
Como el mundo es múltiple, la otra cara de la moneda exhibe en todo este periodo crecientes exportaciones argentinas a China (primero), India, Vietnam o Indonesia (después). Así, mientras Brasil redujo relevancia cuantitativa, aquellos incrementaron importancia como consecuencia de un hecho incontrastable: casi dos tercios de las exportaciones argentinas provienen de la cadena agroproductiva. Y hay allá grandes mercados para esa oferta.
Pero el fenómeno, en realidad, es más profundo: las exportaciones argentinas al continente asiático y ya superan a las que se dirigen a toda Sudamérica. Lo que se relaciona con algo aun mayor: Asia representa para todo el comercio inter-países planetario diez veces lo que genera Sudamérica. Puede afirmarse que las ideas y los programas son la causa de muchas decisiones políticas; pero conviene sumar a las circunstancias, que juegan, para ellas, un papel crítico.