Para Milei el país sigue siendo gobernable.
La sanción de la Ley Bases que consiguió en el Senado es un triunfo que se agiganta por las dificultades que enfrentó; la decisiva renovación del swap con China
Autor: Carlos Pagni LA NACION - 13/06/2024
La razón por la cual Javier Milei debe festejar que la Ley Bases haya sido aprobaba anoche en el Senado, y en la mayor parte de sus cláusulas específicas, hunde sus raíces en la historia política: los gobiernos no peronistas deben aprobar el examen de conseguir una sanción favorable, en especial del Senado, que nunca han dominado. Es más que la señal de que un programa determinado puede realizarse. Es la señal de que el país sigue siendo, para ese gobierno, gobernable. Y que lo será con un programa de reformas muy similar al que La Libertad Avanza había ideado. Por esta razón la aprobación del proyecto oficial, que requirió del desempate de la vicepresidente Victoria Villarruel, y que avanzó después sin demasiados inconvenientes en el tratamiento particular, fue un triunfo que la Casa Rosada tiene todo el derecho de celebrar.
También obtuvo otra victoria. O, con mayor precisión, evitó una peligrosísima derrota. El Banco Popular chino aceptó una renegociación de los 5000 millones de dólares disponibles en el swap de monedas que beneficia al Banco Central argentino. Los chinos tuvieron a Milei, a Luis Caputo y a Santiago Bausili con el corazón en la boca hasta último minuto. El eventual fracaso de ese acuerdo hubiera sido calamitoso para la relación con el Fondo Monetario Internacional. Hoy ese organismo tiene que aprobar un nuevo desembolso del crédito otorgado a la Argentina. Sería imposible que eso sucediera si la Argentina hubiera entrado en default con China. O si hubiera pagado al contado la deuda.
Conseguir, aunque sea por un margen ínfimo, la sanción de la Ley Bases en la Cámara alta, fue decisivo para el oficialismo. Para entender el significado del escenario opuesto, habría que recordar el fracaso de Raúl Alfonsín cuando intentó modificar el régimen sindical para que, entre otras novedades, las minorías tuvieran representación en la conducción de las asociaciones profesionales si alcanzaban el 25% de los votos. El neuquino Elías Sapag inclinó la votación para que naufragara la “Ley Mucci”, que llevaba por su autor, el ministro de Trabajo Antonio Mucci. Sapag bajó el pulgar después de recibir la visita de Jorge Triaca y Saúl Ubaldini, secretarios generales de sendas CGT, quienes por un instante suspendieron su ancestral rivalidad en homenaje a la supervivencia de su corporación. Alfonsinistas muy calificados consideran hoy que ese fue el tempranísimo comienzo, a 100 días de haber llegado a la Casa Rosada, del calvario de la administración radical. No sólo porque la imposibilidad de esos cambios cobijaba otras dificultades, como la de privatizar empresas del Estado. El verdadero daño fue que ese revés inauguró la sensación de que Alfonsín no era el titular del poder, a pesar de ser el titular de la administración.
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