Los sistemas alimentarios -fallidos-

Los sistemas alimentarios “fallidos”Se pueden alinear los objetivos de la agenda ambiental y social, con la tarea mayor de seguir avanzando en la crítica cuestión de la seguridad alimentaria. Foto: Clarín

¿Los “costos verdaderos” superan el valor monetario de los alimentos comercializados en el mundo? La agricultura agrega valor a la sociedad.

Autor: Héctor Huergo Editor de Clarin Rural - 20/04/2024


Un documento del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) conocido ayer pone sobre el tapete una cuestión clave para el futuro de la agricultura a nivel global. Bajo el título “Acerca de los sistemas alimentarios ‘fallidos’ y otras narrativas”, los autores salen al cruce de un discurso que pretende instalar la idea de que los “costos verdaderos” de los sistemas alimentarios superan el valor monetario de los alimentos comercializados en el mundo. Y de este modo, le “restan valor” a la sociedad.

El documento fue presentado por el titular del organismo, Manuel Otero, quien en su prolífica gestión al frente del IICA viene llevando adelante la posición consensuada entre los ministros de Agricultura de las Américas, sobre la base de documentos generados por la academia y los centros de investigación públicos y privados de la región. Esto fue presentado en los grandes foros internacionales donde se debate la cuestión de la seguridad alimentaria y la crisis climática. Y donde ha logrado instalar que la agricultura, percibida por las fuerzas conservadoras como parte del problema, puede ser parte de la solución.

Los autores del artículo son Eugenio Días-Bonilla, Eduardo Trigo y Rosario Campos, reconocidos expertos en sistemas agro-alimentarios. La “idea-fuerza” que emana es la necesidad de convertir el concepto de “costos verdaderos” en “valor verdadero”. En la narrativa del “costo verdadero” se privilegian las externalidades negativas del proceso de producción y comercialización. Entre ellas, el impacto ambiental (el 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero), la persistencia del hambre en sectores de la población mundial, y problemas de pobreza rural.

Frente a esto, el documento plantea que en 1960, en un mundo con 3.000 millones de habitantes, algunos expertos como Paul Ehrlich pronosticaban hambrunas, reflotando la tesis maltusiana según la cual el crecimiento de la población iba más rápido que el de la producción de alimentos.

Pero la realidad fue muy diferente. La población llegó a 8.000 millones de habitantes, pero el crecimiento de la producción de alimentos lo hizo a mucha mayor tasa, de modo que la oferta de calorías per capita ha aumentado claramente. Y en particular, en los países americanos. Solamente en Haití hay todavía déficit calórico.

Esto se basó en la revolución tecnológica en la agricultura. Que a la vez, fue acompañada por un extraordinario desarrollo de nuevas y mejores prácticas agrícolas, que rompieron el paradigma de la agricultura convencional, originada en los países industrializados. De esta manera, se pueden alinear los objetivos de la agenda ambiental y social, con la tarea mayor de seguir avanzando en la crítica cuestión de la seguridad alimentaria, mientras mejoran la economía y los aspectos sociales en los sectores dedicados a la agricultura. El documento recuerda que la producción y elaboración de alimentos explica más de la mitad del empleo a nivel mundial. Y que además ampara valores más difíciles de cuantificar monetariamente, como los culturales.

Lo interesante del documento es que acepta el reto de la agenda 2030, cuyas metas de sustentabilidad y la retórica “verde” causan escozor en los productores agrícolas de todo el mundo. Esta reacción negacionista lleva a un enfrentamiento en un callejón sin salida. Esta nueva visión, que privilegia las externalidades positivas de la agricultura bajo el concepto de “valor verdadero”, sale al cruce del debate poniendo a la ciencia como base de sustentación. Valor verdadero es la agricultura de la siembra directa y los sistemas inteligentes que aprendimos y aplicamos en estas pampas.

En este sentido, es una reivindicación de la Agronomía. La Revolución Verde, que le valió el Nóbel de la Paz a Norman Borlaug en 1970 corrió bajo el lema “Paz y Humanidad”.

La agricultura agrega valor a la sociedad.

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