Está la demanda. ¿Y la oferta?
Los mercados para los productos de la bioeconomía se multiplican en el mundo. La Argentina está en condiciones de subirse a la ola con el valor agregado de la sustentabilidad certificada.
Autor: Héctor A. Huergo editor de Clarin Rural - 07/01/2024
Arranca un año crucial para el agro y para la sociedad. Si algo tenemos claro es que el punto de partida para salir de la larga decadencia es que el campo y la agroindustria puedan desplegar todo su potencial. Está también la minería, está Vaca Muerta, pero la clave es la “vaca viva” que desde hace tiempo es el leit motiv de Fernando Vilella, ahora al frente de la cartera de Bioeconomía.
Bioeconomía es un concepto mucho más abarcativo que el de “agronegocio”. Y coloca a la Argentina en una plataforma de lanzamiento de dimensión fenomenal. Veamos lo que está ocurriendo en el mundo. Un oportuno hallazgo de Martín Oesterheld, un investigador que otea el horizonte cercano de la agronomía y su vínculo con la ecología y la sociedad, muestra que en los últimos 60 años la población mundial creció un 160%. Pero la producción de cereales aumentó un 250%.
Es decir, la tecnología le ganó a la cigüeña, destruyendo el dilema malthusiano: este incremento se logró sin aumentar significativamente la superficie cultivada. Pura agronomía, ciencia puesta al servicio de la sociedad.
Pero conviene destacar algo. Si la producción creció más rápido que la población, estaríamos frente a una crisis de sobre oferta, con enormes stocks pesando sobre los mercados. Esto hubiera frenado, o al menos atenuado, el ritmo de crecimiento. Sucede que aparecieron dos drivers nuevos: la transición dietética, y la irrupción de la bioenergía. Lo interesante es que en el mundo fascinante de la bioeconomía esto genera nuevas fuentes de interacción, en una espiral que se realimenta incluso como solución a la problemática ambiental. Veamos.
Dedicamos la nota de tapa de este suplemento a una cabaña que ostenta orgullosamente el galardón de criar el mejor Brangus del país. Brangus, junto con Braford, es la avanzada de la nueva ganadería, que se abre paso en el NEA y el NOA también sobre la base de nueva tecnología. Esos terneros se terminarán en feedlots, alimentados con maíz en sus distintas variantes. Y también con co-productos de la industria del etanol. Así que confluyen los dos motores: mayor demanda de carne de calidad, y la imparable saga de los biocombustibles, donde la Argentina dio pasos consistentes pero está recién a mitad del camino. Basta mirar a Brasil, que también en esto nos sacó ventajas.
Si no hubiera sido por el impulso al etanol en los Estados Unidos y Brasil, sobraría maíz en el mundo. Hoy no alcanza. El subproducto de la fermentación, los granos destilados, no solo alimentan los novillos en engorde. En estos días, el delegado de la USGA (la organización estadounidense de las cadenas granarias) está en Turquía para cerrar negocio con los DDGS para la alimentación de peces en acuacultura. Este año le llevan vendidas 700 toneladas, y la cosa recién empieza. Como está aumentando la molienda para etanol, necesitan crear mercados para los co-productos. También está creciendo la captura del CO2 fruto de la fermentación del maíz.
Mientras esto sucede, la dirigencia más lúcida avanza sobre el mundo para demostrar que la agricultura argentina está del lado bueno en materia ambiental. La Sociedad Rural Argentina, junto con Aapresid, han celebrado convenios con organizaciones alemanas para llevar adelante el concepto de sustentabilidad certificada. Hace 20 años, Santiago Lorenzatti, por entonces gerente técnico de Aapresid, junto con el indispensable Victor Trucco, iniciaron la saga de la agricultura certificada. Hoy hay varias AgTech que han dado pasos sólidos en esta misma dirección. Esta misma semana UCrop.it informó de un acuerdo con una startup especializada en huella hídrica. Ya salieron embarques de harina de soja, certificada como libre de desmonte, rumbo a la UE.
Está la demanda, que no es solo China. Podrá estar la oferta. Sólo hay que convencer a los que faltan. (El problema es que son los que mandan).