Arrancamos, ¡Felíz Navidad!
El campo vivió con sobria esperanza el arranque de la era Milei. Si algo quedó claro, más allá de las medidas concretas (acomodamiento del tipo de cambio y achicamiento de un 90% de la brecha entre el dólar oficial y el real), está claro que el Gobierno sacó el pie de la puerta giratoria, primero. Y enseguida lanzó el DNU que opera sobre todos los aspectos de la vida económica. Entre ellos, las increíbles regulaciones (léase restricciones) que pesan sobre toda la sociedad.
Autor: Héctor Huergo Editor de Clarin Rural - 23/12/2023
En su breve y crucial discurso, el flamante Presidente enumeró 30 de las 300 leyes derogadas. Entre ellas están todas las que le pegan al agro y las industrias que giran alrededor, corriente arriba y corriente abajo. Apenas unas horas después, mientras aparecían algunos obvios dolientes --como la dirigencia sindical y algunos políticos derrotados y/o despechados—Milei redoblaba la apuesta señalando que "esto recién empieza y vamos a sacar otras 300.000 regulaciones”.
De pronto, caemos en la cuenta de que hemos vivido a contramano. Un axioma de la vida en libertad es que todo lo que no está prohibido, está permitido. En la Argentina nos arreglamos durante décadas en ir llegando al sueño húmedo del burócrata: todo está prohibido salvo que pidas permiso. No anduvo.
Cambiamos. Un punto culminante del discurso fue cuando señaló “Prohibido prohibir…” refiriéndose a las exportaciones. Parece increíble y perogrullesco, pero era necesario. Nunca voy a olvidar aquel momento, en los tiempos de Néstor Kirchner en el poder, cuando la ministra de economía Felisa Miceli se pavoneaba en la Rural y algún periodista le preguntó sobre la prohibición de exportaciones que acababa de anunciar el presidente. “No diga pavadas”, le respondió. Se le acercó un asesor y le puso el celular en la mano. Kirchner le estaba avisando que era cierto. Huyó.
Prohibido prohibir. Es un buen punto de partida. Habrá que tener un poco de paciencia, pero el DNU preanuncia que pronto se podrá vender, comprar y contratar en la moneda que convengan las partes. Todos sabemos lo que esto significa para el agro. También se elimina la prohibición de que individuos o sociedades extranjeras inviertan en tierras, derogando la ley de tierras. De movida, hoy la Argentina vale más, porque se deja de suprimir a la demanda. Una de las implicancias es que se movilizará más capital a la producción de lo que mejor sabemos hacer, y donde hemos aprendido a generar competitividad presionados por la inanición.
Pero en el aluvión liberador entrarán otras regulaciones que preocupan, por su impacto en el derecho de producir. Por ejemplo, las normas que han venido lanzando algunos municipios e incluso gobiernos provinciales, que restringen las áreas de producción sin sustento científico. O el uso de productos de protección de cultivos, como hizo Misiones, en este caso con una pátina de corrupción en el medio.
Esto no significa libertinaje. En el agro se conocen muy bien las normas de seguridad y hay una auto regulación que todos respetan. Saben también que los clientes están exigiendo, cada vez con mayor fuerza, la certificación de los procesos productivos, con documentos extendidos por organizaciones respetables. Hace pocas semanas partió el primer carguero con harina de soja con certificación de libre de desmonte. Son los clientes quienes imponen sus deseos, no la ocurrencia de un intendente o un concejo deliberante, a veces alimentados por abogados “ambientalistas” que encontraron una forma de vida apelando a emociones fáciles.
La libertad que empezamos a respirar exige responsabilidad. Las organizaciones del agro tienen instituciones nuevas. Por ejemplo, Campo Limpio, con la planta de reciclado de envases de ACA en Carcarañá, que devuelve a la industria plástica el grumo que ahora vale más que el plástico virgen.
No todo es economía, o ecuación insumo producto, que con este gobierno está garantizada. Ahora es cuestión de levantar la puntería en todos los campos.
Lo bueno es que arrancamos.
Además, el Niño ¡Feliz Navidad!