Al César lo que es del César.

Al César lo que es del César. El tipo de cambio efectivo para los productos del campo subió un 100%.

Las primeras medidas de la era Milei dejan un saldo alentador para el sector agroindustrial. La propuesta que venimos desgranando semana a semana desde hace veinte años (cuando se reimplantaron las retenciones) es convertirlas en un ahorro forzoso, o en un pago a cuenta de ganancias.

Autor: Héctor Huergo editor de Clarin Rural - 16/12/2023


Las primeras medidas de la era Milei dejan un saldo alentador para el sector agroindustrial. Más allá de las inevitables y obvias críticas de las entidades en el tema retenciones, la realidad es que el tipo de cambio efectivo para los productos del campo subió un 100%. Y además se anunció el final de todas las restricciones comerciales, tanto para el mercado interno como para las exportaciones.

Además de más que duplicar el valor del dólar oficial, que pasó de 370 a 820, se estableció el mecanismo 80/20: los exportadores pueden liquidar un 20% de las divisas casi al valor del dólar libre, lo que implica una mejora extra. Por supuesto que esto puede licuarse con mayor o menor velocidad, según la tasa de inflación (que se anticipa persistentemente alta), pero el efecto inicial es fortísimo y sin duda implica un gran estímulo a los sectores exportadores. En el corto y mediano plazo.

Respecto a los derechos de exportación, que por supuesto cayeron mal a la dirigencia, conviene hacer algunas reflexiones. El ministro Luis Caputo dijo dos cosas importantes.


Primero, que la gabela del 15% es para las exportaciones de todos los sectores de la economía. Es decir, que esta vez no se discrimina contra el agro. Lo cual es en general cierto, salvo en el caso de la soja. Pero digamos todo: ésta queda en el mismo nivel que antes (33%), a diferencia del maíz y el trigo, que sufren un aumento de 3 puntos, pasando del 12 al 15%.

Segundo, que la medida es transitoria. Caputo se rasgó las vestiduras remarcando que los derechos de exportación son un pésimo impuesto, pero el poncho no aparece. Constituyen una exacción, un hecho que debería reconocerse explícitamente, estableciendo la teoría y práctica del “precio lleno”. Que corresponde a una economía libre y seria, que respeta la propiedad como punto de partida. Y la mercadería es propiedad de quien la produce.

Traduciendo esto a términos concretos, la propuesta que venimos desgranando semana a semana desde hace veinte años (cuando se reimplantaron las retenciones) es convertirlas en un ahorro forzoso, o en un pago a cuenta de ganancias. O ambas cosas, que no son incompatibles. Lo importante es que el productor reciba, al final del día, el valor total de su mercadería.


El propio presidente Javier Milei dijo, durante su campaña, que las retenciones iban a desaparecer con el simple expediente de convertirlas en anticipo de ganancias. El equipo de economistas que acompañó en su momento a la candidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, también planteaba una idea similar: devolver el dinero de los derechos de exportación con un bono, lo que no le gustaba a su designado ministro de Economía, Carlos Melconian. “Es más deuda”, decía y dice. Pero la realidad es que una cosa es pedir prestado y después devolver, y otra cosa es una exacción sin anestesia. Esto se puede digerir, como un esfuerzo adicional, si la captura vía retenciones está realmente acotada en el tiempo.

El principal efecto de los derechos de exportación es que encarece la tecnología. Hacen falta más unidades de producto para adquirir una unidad de insumo, lo que nos hace menos competitivos respecto a los otros grandes players de la bioeconomía. Los contrarios también juegan y nos vienen goleando. Ahora estamos algo mejor, pero sin poder todavía poner todos los cracks en la cancha. En particular en la soja, que con ese 33% queda demasiado castigada.

Una alternativa es, si no se quiere aceptar la idea de precio lleno para todos los productos, al menos ecualizar la alícuota de la soja en el 15% general. Y tomar el resto (18%) como empréstito. Un ahorro forzoso que implica al menos un reconocimiento de aquello de “al César lo que es del César”, rompiendo un estancamiento de más de diez años en el principal producto de exportación de la economía argentina.