Gestos y palabras de una revolución conservadora.
Milei se presenta como el líder de un movimiento que bordea lo religioso y se siente cómodo modulando una concepción populista de la política; nombramientos y medidas que vienen
Autor: Carlos Pagni LA NACION - 11/12/2023
La asunción presidencial de Javier Milei desplegó un espectáculo visual y conceptual al que la Argentina está poco acostumbrada. Por un lado, un discurso de derecha, economicista, mucho más nítido que el que caracterizó el paso de Mauricio Macri por el poder. Por otro, un expresividad hiper reformista, que podría emparentar a Milei con Cristina Kirchner. En la liturgia se puso en movimiento una mística, un calor, que parecían repetir aquel “vamos por todo”, igual de intenso, pero de sentido contrario. La Libertad Avanza expresa un estilo desconcertante: el de una revolución conservadora que se manifestó ayer con gestos y palabras.
Uno de los rasgos novedosos de la nueva derecha que acaba de hacerse cargo del poder es que, a diferencia de la del Pro, se interpreta a sí misma como parte de un proceso histórico. Milei no se presenta como el jefe de un equipo de tecnócratas, sino como el líder de una milicia abrazada a ideas, “las ideas de la libertad”, arraigada en una tradición, y atraída por una utopía. El protagonismo de esta fuerza forma parte de una secuencia que, por momentos, bordea lo religioso: un plan de salvación.
Al asumir Milei se encargó de narrar esa saga en los términos que se exige a los líderes: explicar “de dónde venimos” y “hacia dónde vamos”. Para esa epopeya ofreció una periodización cargada de ideología. En 1816, con la declaración de independencia, comenzó a desplegarse la historia de la libertad, cuya doctrina fue elaborada por la Generación del 37, en una marcha ascendente que se interrumpió hace 100 años. Desde entonces, el progreso fue capturado por el colectivismo que promovió una clase política parasitaria, defensora de un modelo que “lo único que genera es pobreza, estancamiento y miseria”. Ayer se terminó con esa declinación. La nueva administración promete reconectar con aquellas fuerzas del siglo XIX, emancipando a la sociedad del yugo de la “casta”.
La presentación de estos argumentos terminó de aclarar por qué, con el asesoramiento de su asesor de imagen Santiago Caputo, Milei eligió no hablar a los legisladores en el recinto del Congreso, y hacerlo ante la multitud que lo saludaba desde la plaza. Esa coreografía encarnaba su mensaje: lo que empezó con su gobierno es la ruptura de una inercia centenaria cuya responsable es la dirigencia política representada en la Asamblea Legislativa. Los detalles son significativos: el nuevo presidente reiteró que el problema comenzó “hace más de 100 años”. En otras ocasiones, fue más preciso: el fracaso nacional se inició en 1916, con la presidencia de Hipólito Yrigoyen. ¿Habrá que indagar un poco más allá? ¿El huevo de la serpiente fue el voto universal? Los espejos son siempre traicioneros. Yrigoyen, que llegó al poder con escasísima capacidad institucional, hizo palanca sobre una polarización parecida. Él era “la Causa”, que se enfrentaba con “el régimen”. El primer presidente radical tampoco quiso hablar ante los legisladores. Dejó un discurso escrito. El Congreso era para él un aguantadero de burócratas del poder carentes de prestigio.
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