El embajador-espía y una incógnita inquietante sobre su influencia en la Argentina.
El destino de Manuel Rocha, el diplomático de EE.UU. detenido bajo sospecha de ser agente de Cuba, desató una intriga política de primer orden, a partir de su cercanía con Duhualde “Caras vemos, corazones no sabemos”. Con ese proverbio de los antiguos mexicas respondió este miércoles un diplomático de los Estados Unidos cuando se le comentó el caso de Manuel Rocha, el exembajador de ese país que durante 42 años estuvo al servicio de Cuba como espía.
Autor: Carlos Pagni LA NACION - 08/12/2023
La novedad, que tiene consternado a todo el servicio exterior norteamericano, obliga ahora a una relectura de la conducta de Rocha a lo largo de su historia profesional. ¿Cuáles de sus iniciativas obedecieron a planes de La Habana? ¿Cuáles de las informaciones que suministró a sus superiores en Washington habrán sufrido deformaciones para servir a sus verdaderos jefes? ¿Cuáles de los juicios o datos expuestos ante interlocutores de países en los que estuvo destinado no tuvieron una deliberada tergiversación?
El ejemplo más corriente de esta relectura ha sido, en estos días, aquella declaración de Rocha como embajador en Bolivia, en 2002, favoreciendo la carrera electoral de Evo Morales. Rocha había dicho: “Quiero recordarle al electorado boliviano que, si elige a los que quieren que Bolivia vuelva a ser exportador de cocaína, ese resultado pondrá en peligro el futuro de la ayuda de los Estados Unidos al país”. Gracias a esa condena, se pensó entonces, Morales pasó del tercer al segundo puesto en una competencia en la que se impuso Gonzalo Sánchez de Losada. Nadie entendió en aquel momento cómo un diplomático podía cometer la torpeza de ayudar de ese modo a un candidato enemigo de su país. Ahora está claro que él se proponía impulsar al candidato amigo de Cuba. Una jugada que, acaso, le costó la carrera en el Departamento de Estado. Desde La Paz fue trasladado a Washington y, al poco tiempo, debió retirarse.
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