Entramos en una geografía desconocida.
La victoria de Milei es el éxito de un candidato sin estructura, que se constituyó en figura pública hace cinco años defendiendo ideas ultraliberales y restaurando la consigna “que se vayan todos” En los mapas muy antiguos suele haber áreas denominadas “terra incognita”. Tierra desconocida. Es el modo en que los cartógrafos se referían a zonas a las que todavía no había llegado explorador alguno. La Argentina ingresó ayer en una geografía de ese tipo. Con el contundente triunfo de Javier Milei sobre Sergio Massa, el país comenzó a caminar por una vía que jamás se transitó. Se corroboró lo que se venía vislumbrando desde, por lo menos, las elecciones de 2021: comenzó otra época.
Autor: Carlos Pagni LA NACION - 20/11/2023
La victoria de Milei desbordó las previsiones de todas las encuestas. Es el éxito de un candidato sin estructura, que se constituyó en figura pública hace no mucho más de cinco años defendiendo ideas ultraliberales y que, desde entonces, recorrió el país restaurando la consigna “que se vayan todos”. El logro de Milei va mucho más allá de la derrota de Massa. Al cabo de cuatro décadas de experiencia democrática, el resultado de anoche interpela, o debería interpelar, a toda la clase política. Porque antes de vencer al peronismo, La Libertad Avanza se había impuesto sobre Juntos por el Cambio. Las razones pueden ser numerosas. Entre ellas está, sin duda, un estancamiento económico que se expresa en crisis recurrentes y que ha deteriorado sin cesar el perfil sociolaboral de los votantes. Más allá de los diagnósticos, hay un signo de este tiempo: lo que explica la marcha de más de la mitad del electorado hacia lo desconocido, es el repudio a lo conocido.
Milei consiguió, en este contexto deprimente, encender la chispa de la representación en una amplia franja de la ciudadanía. No se dedicó a explicar a esos votantes qué él sabía lo mal que se sentían. Prefirió hablar, gritar, insultar, gesticular, como alguien que se siente como ellos. Supo conectar con un clima de época y, en una operación típica del impulso populista, capturó el desasosiego del público para redireccionarlo hacia la dirigencia. Hacia lo que él llamó, repitiendo una palabra que expresó tanto al fascismo de Benito Mussolini como a Podemos, de Pablo Iglesias, casta.
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