Un agravio a la democracia del submundo de la política.
El escándalo que estalló exhibe las entrañas de un aparato de poder que, conducido por Cristina Kirchner, se ha propuesto acorralar al Poder Judicial hasta su máxima instancia
Autor: Carlos Pagni LA NACION - 09/11/2023
A cuarenta años de su refundación es bastante obvio que el mayor agravio que ha recibido la democracia argentina es la cada vez más extendida contaminación de su vida política con las actividades de espionaje clandestino. La información que surge de la investigación que llevan adelante el juez Marcelo Martínez de Giorgi y el fiscal Gerardo Pollicita es una grave corroboración de esa tristísima degradación. El caudal de pormenores reunidos por los magistrados es incalculable. Pero lo que ya ha salido a luz alcanza para desnudar un escándalo muy delicado, en el que se superponen significados diversos y se cruzan varias tramas del submundo.
El aroma pestilente, los detalles novelescos, la bajísima calidad de los actores, poseen un atractivo que bordea lo morboso. Sería un error quedar atrapado en ese anecdotario. Porque, si se retira un poco la mirada, lo que adquiere relevancia es la continuidad, con motivos variados, a través de diversos gobiernos, de un mal que presenta rasgos crónicos. El feroz atentado contra la AMIA, el colapso del gobierno de Fernando De la Rúa por la renuncia del vicepresidente Carlos Álvarez, la muerte del fiscal Alberto Nisman o el temprano origen de la fractura de Juntos por el Cambio, son acontecimientos de naturaleza muy dispar, enhebrados por un mismo hilo: ninguno se puede explicar del todo sin tener en cuenta las opacas intervenciones de los servicios de Inteligencia. El que acaba de estallar reviste, sin embargo, una trascendencia inusual: muestra las entrañas de un aparato de poder que, conducido por Cristina Kirchner, se ha propuesto acorralar al Poder Judicial hasta su máxima instancia, para alcanzar un nivel de dominación cuyo propósito más inmediato es la obtención de impunidad.
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