A pesar del viento de proa, la ganadería argentina avanza.
Los dislates económicos no pueden frenar la potencia de una actividad que aporta más de 3.000 millones de dólares en exportaciones. A la par del avance agrícola, la ganadería también tuvo su revolución.
Autor: Héctor A. Huergo Editor de Clarin Rural - 28/10/2023
Dedicamos esta edición de Clarín Rural al tema ganadero. Mucho hemos hablado de los avances agrícolas de los últimos treinta años, cuando cuadruplicamos la producción agrícola en volumen. Pasamos de 40 a más de 150 millones de toneladas. Que además contienen más valor, porque ahora está la soja.
Es lo que permitió que la Argentina sea viable, y no haya saltado en mil pedazos por la obscena impericia de los hacedores de política económica desde el despunte del nuevo siglo. Solo en granos, en estas dos décadas produjimos ¡2 mil millones de toneladas! Que generaron 600 mil millones de dólares en exportaciones, además de servir generosamente la mesa de los argentinos.
Pero silenciosamente se produjo una extraordinaria epopeya ganadera, que es otro jalón de la Segunda Revolución de las Pampas. Y en buena medida es subsidiaria del avance agrícola. Veamos.
La ganadería cedió, en este período, 10 millones de hectáreas a la agricultura. Y, sin embargo, logramos mantener el stock vacuno en torno a las 50 millones de cabezas. Aumento fenomenal de la productividad. ¿Cómo?
Esas 10 millones de hectáreas fueron apenas compensadas con la ampliación de la frontera norte. La implantación de pasturas subtropicales, con las especies “megatérmicas”, permitió alojar millones de vientres. Pero no eran los mismos vientres, ni los mismos productores. Un espectacular desarrollo genético, con la llegada de las razas sintéticas (Braford, Brangus), fue la llave maestra de la expansión.
No fue magia: hoy la Argentina lidera la genética de estas razas a nivel mundial, exportando semen, embriones y reproductores a toda la región. Este año tuvimos el Congreso Mundial Brangus, el año pasado la Conferencia Mundial Braford. Y en Riachuelo, entre la Sociedad Rural de Corrientes y Expoagro se ha generado una exposición imperdible para todos los ganaderos de la región (Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina), la gran proveedora de carne vacuna a nivel mundial, responsable de las exportaciones del 80% de toda la carne fina que hoy se consume en el planeta.
Eso en cría. Pero también hubo una revolución en recría y terminación. El aumento de la productividad agrícola hizo imposible competir a la pradera con el maíz, el trigo y la soja. Durante un siglo, la ganadería servía a la agricultura, recomponiendo fertilidad en los tiempos del arado y el laboreo intensivo. Con la siembra directa eso ya no fue tan necesario. La llegada de la biotecnología y las nuevas moléculas permitieron terminar con las malezas perennes.
Y esto dio vuelta la taba: ahora es la agricultura la que sirve a la ganadería. Maíces de 100 quintales, y nuevas técnicas para aprovecharlos: el silo de planta entera, el silo de grano húmedo. En este caso, otra tecnología disruptiva donde la Argentina tiene patentes de dimensión mundial, como la moledora embolsadora creada por el genio de Carlos Martínez en Tandil. Hemos contado algo de esta historia, pero merece un tratamiento más profundo. Ya llegará…
En silo de maíz, la explosión fue cuando llegaron las picadoras automotrices Claas. Las trajo el enorme innovador Hernán Pueyo, maestro rural e ingeniero agrónomo, cuando militaba en Sancor. Después se instaló la empresa directamente. Y nació la Cámara de Contratistas Forrajeros, una organización hiper profesional. Recuerdo que hace más de diez años me tocó darles una charla y entre otras novedades comenté que estaba en desarrollo un nuevo procesador de granos: el “shredlage”. Molía fino y desgarraba la fibra larga, así que no había que picar tan chico. Al año, varios la trajeron como accesorio. Tiempo después, Claas compraba la tecnología.
En este proceso, explota la demanda china. Y aparece una salida comercial impensada. Con sacudones, pero sólida. Otros 3 mil millones de dólares para la canasta exportadora. Nos agarra lanzados, aún teniendo que navegar con el viento de proa de los dislates económicos.