¿Será China el nuevo Cisne Negro de la economía mundial?

El desarrollo de la economía china a partir de 1980 fue espectacular; sin embargo, recientemente comenzó a mostrar algunos síntomas preocupantes, lo que llevó a algunos analistas a plantear la posibilidad de un inminente colapso que podría afectar en forma significativa la economía mundial. Personalmente creo que es un planteo exagerado pero que necesita ser evaluado cuidadosamente.

Autor: Ricardo Arriazu es economista en Clarin - 17/09/2023


En mi primer viaje a China –en 1979- tuve la oportunidad de escuchar al ministro de Comercio enfatizando que “después de la guerra Alemania y Japón crecieron especializándose en productos sencillos de consumo masivo, utilizando la calidad de su mano de obra; a medida que el salario crecía se especializaron en productos más sofisticados, dejando la producción de estos artículos en manos de Singapur, Hong Kong y Taiwan… ahora es nuestro turno de comenzar a producirlos”. La historia muestra que hicieron exactamente eso, con un éxito notable.

La tasa de crecimiento promedio anual desde 1980 fue 9,1%, con un pico de 14% en dos oportunidades, y supera ampliamente a las de sus grandes competidores (Estados Unidos con 2,5%, Japón con 1,7% y Alemania 1,6%). Argentina ocupa el lugar 157 con un crecimiento promedio de 1,8%.

Este desarrollo permitió que su PBI real se multiplicara 47 veces, que el ingreso por habitante se multiplique por 26, que el PBI en dólares corrientes pasara de 2.857 millones de dólares a 18,1 billones (el segundo más alto del mundo), y que medido en paridad de poder de compra se elevara a 30,2 billones (el mayor del mundo).
Adicionalmente se convirtió en el mayor consumidor de energía primaria del mundo, el principal exportador e importador, el de mayor saldo favorable en sus cuentas externas, el poseedor de las mayores reservas internacionales y en un activo participante en los movimientos internacionales de capitales. Obviamente, también hubo impactos negativos.

Sin embargo, algo comenzó a cambiar en la última década. La tasa de crecimiento de los últimos dos años bajó a “apenas” el 3%. El superávit en cuenta corriente bajó de casi el 10% del PBI en 2008 a poco más del 2% el año pasado, y las reservas internacionales bajaron desde un máximo de 3,9 billones de dólares a 3,2.
El desempleo supera el 5% de la población económicamente activa y el desempleo juvenil supera el 20%. Las cuentas públicas se deterioraron y crece la deuda pública. Suben las quiebras en el sector de la construcción y se teme por la solvencia del sector financiero informal (equivalente a nuestras cuevas).

En este contexto, lo importante es identificar los factores que explican este cambio de tendencia, si son reversibles –o no-, y si esta tendencia pone en peligro a la economía china y a la economía mundial.

La baja en la tasas de crecimiento es un fenómeno natural en todo proceso de desarrollo económico; en las etapas iniciales se incorporan tecnologías existentes, pero en las etapas más avanzadas, al alcanzar la frontera tecnológica, el crecimiento se da en la medida que la frontera tecnológica se expande.
En el caso particular de China, el crecimiento también se debió a la propia evolución demográfica. En las primeras etapas de su desarrollo incorporaron 300 millones de trabajadores que operaban en una economía de subsistencia, pero la política de “un hijo” comenzó a reflejarse en el envejecimiento poblacional e incluso en la reducción de la población.\

Las estimaciones de Naciones Unidas muestran que de aquí al 2050 la población se reduciría en más de 100 millones de personas, y que la participación de la población mayor a 65 años crecería del 13% al 30,1%. Si no se enfrentan estos cambios los impactos económicos y financieros serán severos.

Explicar el desempleo juvenil en un país con problemas demográficos es mucho más difícil y –en mi opinión- tiene que ver con una de las fortalezas de la economía china: su alta tasa de ahorro.

Aun en su época de pobreza la tasa de ahorro en China era elevada (32% del PBI), pero luego se elevó a más del 50% y en la actualidad alcanza al 46%. Si tomamos en cuenta que el sector público tiene ahorro negativo, vemos que la tasa de ahorro privada supera el 50%, mientras que la totalidad de los países desarrollados tienen tasas mucho más bajas.

Este ahorro es una gran ventaja en las etapas iniciales de un proceso de desarrollo puesto que permite financiar la inversión con recursos propios, pero al mantenerse en el tiempo reduce el consumo e incentiva la inversión improductiva, además incentiva el uso de tecnologías intensivas en capital en lugar de ocupar mano de obra.
Este factor explica parcialmente el elevado desempleo juvenil, y es, en teoría, relativamente sencillo de resolver, pero implica cambiar patrones culturales arraigados.
Los problemas de las cuentas públicas y del sector de la construcción son más difíciles de resolver, y están relacionados entre sí. Durante mucho tiempo, las provincias chinas financiaron sus gastos vendiendo tierras que demandaban los constructores, al mismo tiempo que los desarrollos inmobiliarios se financiaban con mecanismos informales de crédito y con la preventa de sus construcciones, pero se sobre-expandieron y muchos edificios quedaron sin vender.

Desde el año 2000, el volumen de preventas pasó de casi cero a 1.400 millones de metros cuadrados y el porcentaje de edificios terminados relativos a los que se encuentran en construcción bajó de más del 40% a poco más del 10%. Los impactos financieros de estos desarrollos fueron devastadores para el sector, al mismo tiempo que los desequilibrios fiscales pasaron de casi cero a más del 6% del PBI.

Si bien esta situación es preocupante existen factores que deberían impedir que se transformen en una gran crisis de escala global: la posibilidad de reducir la tasa de ahorro, el alto nivel de reservas internacionales, el patrimonio neto positivo del sector público, y el hecho que China posee el 31% de todos los activos financieros mundiales. Lo importante es actuar en base a un buen diagnóstico, y mantener el equilibrio político (interno e internacional) en la transición.