Massa: el ajuste es para los otros.

¿Qué significa el nuevo ajuste de Massa? El dueto político que conforman Alberto Fernández y el ministro de Economía llevó a la Argentina al segundo puesto entre los países con más presión impositiva sobre sus ciudadanos, según una estadística de las Naciones Unidas. Este país de fantasías y paradojas es superado en su manía por crear impuestos solo por Comoras, unas desconocidas islas en el sur de África, y casi duplica en tales obsesiones tributarias nada menos que a Venezuela.

Autor: Joaquín Morales Solá LA NACION - 30/07/2023


Es oportuno recordar esa estadística porque el jefe de la cartera económica (el autor es más Massa que Alberto Fernández) acaba de hacer un ajuste para mejorar las cuentas públicas. El enunciado parece encomiable para una estirpe política que durante los 16 años en el poder se ocupó de que la agencia impositiva desvalijara a los argentinos. Sin embargo, las apariencias son a veces solo apariencias. El ajuste que acaba de hacer el ministro y candidato afecta al sector privado para mejorar ante el Fondo Monetario los pésimos números del Estado. El ajuste lo hizo sobre el ingreso, que los aumentó, y no sobre los gastos. La administración de Alberto Fernández, que ganó el cargo de presidente prometiendo moderación y sentido común para manejar los asuntos económicos, creó o aumentó 27 impuestos cuando todavía no cumplió los cuatro años que le tocan. Puede haber más.

Esta vez el Fondo Monetario fue menos comprensivo. Desde principios de junio pasado, Massa viene anticipando que el acuerdo se terminaría “en pocas horas más”. Las horas se convirtieron en días y los días en semanas. Sucedió que el país de Massa no cumplió con ninguna de las promesas que había firmado ante el organismo multilateral, y que los funcionarios del Fondo le huyen al destino de sus antecesores, mucho de los cuales, casi todos, debieron renunciar o jubilarse solo porque estuvieron a cargo del desastre argentino. Influyó también la viveza criolla (es solo una manera benévola de decir) de Massa que difundió una foto de una reunión por Zoom con el ministro de Finanzas de Egipto, Mohamed Maait, convocada para “mejorar los mecanismos de negociación con el Fondo y tener una voz común ante el organismo”. Egipto y la Argentina son los dos mayores deudores del Fondo, y ambos países invitaron durante esa reunión virtual a otras naciones a unirse con ellos en sus reclamos. ¿Otra vez un club de deudores como en la década del 80? El directorio del Fondo es genéticamente contrario a ese tipo de alianzas. “Cuando vienen a pedir dinero lo hacen solos, pero cuando deben pagar quieren sindicalizarse. Es una posición absurda e inaceptable en las relaciones internacionales”, dijo el representante de un país europeo en el directorio del organismo. La respuesta del Fondo fue postergar el acuerdo que Massa esperaba desesperadamente para no caer en default en medio de su campaña presidencial. Egipto prefirió guardar silencio luego de que fuera notificado de la pésima recepción que tuvo en el Fondo ese amague de coalición de malos pagadores. Se agregó, además, la inverosímil chismografía relatada públicamente por Massa según la cual un funcionario del Fondo le contó supuestas conversaciones privadas con economistas de la oposición. Los burócratas de los organismos multilaterales de crédito nunca exponen a sus fuentes de información, pero Massa los exhibió como alcahuetes de rumores de barrio. Massa no aprende: sus vanos macaneos empeoran siempre su situación.

Las dilaciones del Fondo sometieron al ministro argentino a una peligrosa escalada del precio del dólar paralelo. Aumentó 60 pesos solo en julio. El precio de la moneda norteamericana cerró el viernes a 551 pesos. Hace justo un año, el exministro Martín Guzmán, que fue un mal jefe del equipo económico oficial, dejó el dólar en 239 pesos; costaba menos de la mitad que el dólar de Massa. Guzmán y Massa recibieron un dólar que valía 60 pesos en diciembre de 2019. La devaluación de Alberto Fernández, mirada con cierta perspectiva histórica, fue mucho peor que la de la salida de la convertibilidad en 2002. El dólar paralelo es un referente clave de los precios porque la industria argentina necesita de insumos importados que se pagan con dólares. Como la actual administración va y viene, o primero cambia y después vuelve a cambiar las reglas del juego, muchos empresarios prefieren fijar los precios según el dólar paralelo para tener alguna garantía de que podrán reponer los productos que venden. La historia les enseñó que, cuando el mercado se normaliza, el precio del dólar libre termina ubicándose siempre más cerca del que tenía el dólar paralelo que de cualquier otro.

Desencántense: no habrá inversión de ningún tipo durante el gobierno de Alberto Fernández y Massa. Para cumplir en una pequeña parte con las promesas hechas al Fondo, la cuarta administración kirchnerista les subió el valor del dólar a los importadores, creó nuevos impuestos y solo les aumentó el precio del dólar a algunos sectores de exportadores agropecuarios, pero nada más que por un tiempo acotado. Según un informe de la agencia de estudios económicos de Orlando Ferreres, durante el gobierno actual el valor del salario privado cayó un 5,3%, pero el valor de las jubilaciones se derrumbó en un 18,8%. El escaso ajuste con el que Massa se pavoneaba ante el Fondo lo hicieron los jubilados, no el Estado y sus despilfarros. Ahora, agregó a los empresarios, que deberán pagar hasta anticipos de impuestos nuevos y, según la versión oficial, excepcionales. Nadie invierte en un país tan estrafalario para disponer del dinero ajeno. Massa le está hurtando también recursos al gobierno que asumirá dentro de poco más de cuatro meses. Anticipos de impuestos por venir y liquidación adelantada de futuras exportaciones corresponden a recursos que debería administrar el próximo gobierno. O que, al menos, debería decidir si es dinero que proviene de medidas que permanecerán o no.

El ajuste a los privados de Massa provocó una ola de críticas empresarias a las decisiones del ministro. Sin embargo, existen sectores empresarios, no todos, que prefieren a Massa ante cualquier otra alternativa electoral. Massa les mete las manos en el bolsillo, pero permite al mismo tiempo que llenen fácilmente sus bolsillos de dinero dentro de un país cerrado, proteccionista y renuente al comercio internacional. También debe subrayarse para ser justos que hay empresarios industriales que prefieren la competencia internacional y que el sector agropecuario detesta una economía cerrada. El negocio del dinámico campo argentino es el comercio con el mundo.

Regresemos al Fondo. La vacaciones del verano boreal comenzaron este fin de semana y, por lo tanto, el directorio del organismo no podrá aprobar hasta mediados de agosto el principio de acuerdo al que llegaron el staff burocrático del Fondo y el gobierno argentino. Pero Massa pagará los vencimientos con el organismo con yuanes chinos y otros créditos contingentes. Hay algo que no se dice: el Fondo decidió dar por terminadas las negociaciones con este gobierno y esperar a la administración que asumirá en diciembre para una conversación en serio. Pero es igualmente cierto que el ministro de Economía no tendrá que lidiar con el Fondo durante su carrera hacia una eventual (e improbable) presidencia porque todo se volverá a hablar solo en noviembre próximo. El economista Enrique Szewach lo sintetizó así: “Con las recientes medidas y este acuerdo, Massa sacó al Fondo de la campaña”. Era lo que él quería, aunque el proyecto político y personal de un hombre ansioso les haya costado mucho dinero a los sectores más productivos del país.

¿Las decisiones que tomó Massa pueden empeorar la insoportable inflación? Deberían, pero la economía está estancada desde hace tres meses. La realidad desmiente al Presidente, quien suele decir que en 2023 se habrán cumplido tres años de crecimiento consecutivo. El cepo a las importaciones de insumos indispensables para la industria (un cepo nuevo y nunca explicitado) es otro elemento que explica el atasco de la economía. Una economía paralizada es otro factor que frena la inflación en niveles ciertamente altos. Mucho más realista que los discursos petulantes de Alberto Fernández y de Massa fue el duro pronóstico del Fondo Monetario sobre la economía argentina de los próximos meses y la inquietante devaluación del pobre peso argentino. Irán a una crucial elección en condiciones dramáticamente módicas.