Inflación y beneficios empresariales.
La persistencia de las asistencias en el tiempo -con el consecuente incremento del déficit fiscal- combinadas con una política monetaria demasiado laxa, cuando ya no eran necesarias, son las verdaderas causas de la inflación
Autor: Ricardo Arriazu economista en Clarin - 16/07/2023
Un reciente blog de Niels-Jakobs Nielsen y Frederik Toscani, titulado “Las perspectivas de inflación de Europa dependen de como las utilidades empresariales absorban los aumentos salariales” tuvo una gran repercusión en la prensa mundial por su subtítulo y porque los autores son funcionarios del FMI.
El subtítulo dice “El incremento de precios hasta ahora obedece principalmente a aumentos de las ganancias y de los costos de importación, pero los costos salariales están también subiendo” y fue interpretado como un cuestionamiento al pensamiento mayoritario de que la inflación tiene un origen monetario.
Llama la atención este subtítulo puesto que el mismo artículo señala que “las empresas europeas hasta ahora han estado más protegidas del shock adverso de los costos”, supuestamente haciendo referencia al impacto sobre el precios de energía y alimentos que tuvo la invasión a Ucrania. Ahora bien, cabe preguntarse si estos costos son parte de lo que conocemos como inflación. Del mismo modo, cabría preguntarse si el incremento de márgenes y salarios, no forman parte de lo que yo denomino “la calesita de los precios relativos”.
Sirve como contra-ejemplo lo ocurrido en Estados Unidos, donde la participación de los salarios en el ingreso nacional bajó al 58,5% en 2020 –cuando no había inflación- y se recuperó al 62,3% en 2022 en pleno proceso inflacionario. Ahora bien, para entender la actual inflación se debe tener presente que, al momento de la baja de la participación de los asalariados en el año 2020, sus ingresos no solo no se vieron reducidos, sino que, gracias a las transferencias que recibieron por parte del gobierno, los mismos aumentaron. La persistencia de las asistencias en el tiempo -con el consecuente incremento del déficit fiscal- combinadas con una política monetaria demasiado laxa, cuando ya no eran necesarias, son las verdaderas causas de la inflación.
En columnas anteriores expliqué como los economistas distinguimos dos causas de variaciones de precios en el corto plazo: las relacionadas con cambios en precios relativos, por factores que afectan la oferta y la demanda de productos (sequías, catástrofes naturales, guerras, etc.); y la verdadera inflación subyacente, que siempre obedece a factores fiscales y monetarios. En el reciente resurgir de la inflación mundial convivieron ambos factores, sin embargo, en la actualidad sólo sobreviven los factores monetarios y fiscales, con sus secuelas en los mercados laborales y de viviendas.
Todo proceso inflacionario provoca grandes cambios de precios relativos, ya que no todos los precios se mueven al mismo ritmo. Por ejemplo, en Argentina, entre diciembre de 2016 y mayo de 2023 el índice general de precios se multiplicó más de 16 veces, sin embargo, la subcategoría de prendas de vestir y calzado hizo lo propio en 19 veces, mientras que el rubro de comunicaciones aumentó 11 veces (dependiendo del período analizado las variaciones de precios relativos podría diferir).
Estos cambios afectan la distribución del ingreso entre las utilidades empresariales y los salarios. Luego de la devaluación de 2002 los salarios cayeron más del 30% en términos reales y cerca del 70% en términos de dólares, mientras que las utilidades cayeron mucho menos, (en algunos casos incluso se incrementaron). ¿Podemos decir que la inflación fue el resultado de la suba de las utilidades, o esos cambios fueron el resultado de la inflación?
Muchos países publican periódicamente cifras de la evolución de la distribución del ingreso entre los asalariados y los beneficios empresariales, pero estas cifras son objeto de mucho debate básicamente por tres factores: el impacto de la amortización (o el consumo) de los bienes de capital, los impuestos para financiar transferencias a individuos, y las actividades mixtas que involucran tanto capital como mano de obra (los quioscos, los taxistas, etc.).
Tomado en forma bruta la participación de los salarios muestra una tendencia secular bajista, ajustada por estos factores tiende a ser bastante estable, con algunas tendencias cíclicas. En los Estados Unidos sube marginalmente la participación desde la post guerra hasta mediados de la década de 1970, y baja marginalmente posteriormente.
Argentina publica periódicamente cifras de la distribución del valor agregado bruto entre la remuneración al trabajo asalariado, los ingresos brutos mixtos, los impuestos netos de subsidios y los excedentes de explotación. Las cifras para 2022 muestran una participación del 44,9% para el trabajo asalariado, del 13,5% para los ingresos mixtos, del 0,3% para los subsidios y del 44,6% para el excedente de explotación, mientras que en 2017 esos porcentajes eran 51%, 11,3%, -2,2% y 39,9% respectivamente. La conclusión es obvia y consistente con lo que se observa en la realidad: bajó la participación del salario porque cayó el empleo y los salarios reales; subió la participación de los ingresos mixtos porque mucha gente pasó a trabajar en otras actividades; subió la importancia de los subsidios y aumentó la participación de los excedentes de explotación. ¿Significa esto que la inflación es el resultado de estas tendencias? No, exactamente lo contrario. Estas tendencias son el resultado de la inflación. Los asalariados son los que más sufren con la inflación.
La inflación mundial está en franco descenso, aunque la inflación núcleo (excluyendo alimentos y energía) baja a un ritmo menor al deseado. En el caso de los Estados Unidos esta resistencia a la baja está explicada por tres factores: la resistencia a la baja de los alquileres, problemas en los mercados laborales por el de 2,5 millones de personas, y problemas de oferta en el mercado automotriz. Esta situación preocupa a la Reserva Federal y no se descarta nueva subas de tasas.
El caso argentino es mucho más complejo. La inflación muy elevada y creciente tiene su origen en un déficit fiscal de difícil financiamiento por problemas de confianza, que se potencia por la “calesita de precios relativos” (ningún sector quiere perder en este proceso e incrementa sus precios en un intento para evitarlo). Para eliminarla se necesita un programa integral que ataque simultáneamente todos estos factores y que restaure la confianza.w