¿Por qué cae el valor de los activos en América Latina?

Mariano Vior

Los precios de los activos –acciones, bonos, propiedades, empresas, etc.- en Argentina son más bajos que en la mayoría de los países de América Latina, al mismo tiempo que estos son menores a los vigentes en la casi totalidad de los países desarrollados. Muchas personas se preguntarán ¿por qué?

Autor: Ricardo Arriazu es economista en Clarin - 19/06/2023


La respuesta es sencilla: las acciones discrecionales de muchos gobiernos en nuestra región (expropiaciones, defaults, limitaciones a los movimientos de capitales, etc.) afectaron los derechos de propiedad y afectaron por lo tanto los precios de los activos en general, y de los mencionados en particular. En realidad, esta situación explica parcialmente por qué algunos países son desarrollados (con altos niveles de ingresos) y otros subdesarrollados (con bajos niveles de ingresos).

Esta situación no se limita a nuestra región; la relación entre el precio de los activos y las ganancias que estos producen (múltiplos) en China es muy inferior a la vigente en los Estados Unidos, a pesar de que la tasa de crecimiento del PBI en China casi triplica la de EE. UU.

Un importante funcionario de un fondo de pensión chino me preguntó hace unos pocos años cómo se explicaba esa situación, y mi respuesta fue muy simple: falta de transparencia y dudas sobre el respeto a los derechos de propiedad. Tomando en cuenta la discrecionalidad de las decisiones en ambos países, ¿estaríamos dispuestos a depositar todos nuestros ahorros en China? La respuesta implícita en los valores de los mercados es claramente negativa.

En economía nos enseñan que el valor de un activo está determinado por el valor de los flujos futuros de ingresos expresados a valor de hoy (descontados) utilizando la tasa de interés vigente en cada mercado. Queda claro que al proyectar los flujos futuros de ingreso la confianza y la transparencia juegan un papel importante. En el caso particular argentino los flujos futuros de ingresos son inciertos y la tasa de descuento (afectada por el “riesgo país”) es enorme, por lo que los precios de los activos son muy bajos, y nosotros más pobres.

Esta situación no sólo afecta a los propietarios de estos activos sino a todos los habitantes de nuestro país. Las nuevas inversiones también se ven afectadas por los mismos factores, y los inversores exigen que los ingresos cubran las inversiones en un plazo muy corto, por lo que muy pocos proyectos satisfacen este requisito.

A modo de ejemplo basta recordar lo que sucedió en el sector energético en agosto de 2019, cuando se congelaron las tarifas y se duplicó el riesgo país, por lo que muchas inversiones dejaron de ser rentables.

Al bajar la tasa de inversión se reduce también la tasa de crecimiento del PBI, bajan los ingresos y se deteriora el bienestar de los habitantes de nuestro país. Nuestra historia económica reciente muestra con claridad la forma –y velocidad- en que se manifiesta esta dinámica.

No hace falta demasiado análisis para concluir que las políticas que mejoren las transparencia y que disminuyan el “riesgo país” (restaurar los equilibrios macroeconómicos, disminuir la inflación, fortalecer el sector externos, garantizar los derechos de propiedad, etc.) deberían revertir esta situación, como lo demuestra nuestra propia historia económica.

Los mercados tienden a anticipar la posibilidad de cambios en esta situación.

En pocos meses nuestro país decidirá en elecciones generales si mantiene el presente rumbo o lo cambia. La evolución reciente del precio de los activos no muestra grandes cambios (excepto los relacionados con el sector energético) lo que parecería indicar que existe una gran incertidumbre sobre el futuro, que los candidatos todavía no entusiasman a los electores, y que las peleas entre los precandidatos no ayudan.

Lo mismo pasó recientemente en Brasil, donde a pesar de una gran cosecha y de mejoras en sus términos del intercambio los activos no tuvieron una gran suba por la incertidumbre política.

Un ejemplo histórico puede ayudar a entender esta dinámica. Se dice que el Barón Nathan M. Rothschild aconsejaba “comprar cuando todavía corre sangre por las calles”, pero lo hacía –incluyendo triquiñuelas- cuando estaba seguro que iba a ganar, con información anticipada a la del resto de los inversores.

Contaba con un sofisticado sistema de comunicación (palomas mensajeras, postas con espejos para transmitir señales a distancia, etc.) que le permitía conocer anticipadamente los resultados de batallas importantes.

El caso extremo parece haber sido la batalla de Waterloo, donde en un principio parecía que Napoleón estaba venciendo a Wellington, pero Rothschild había financiado al ejército prusiano para que entrara en batalla a última hora, con lo que primero envió sus emisarios a vender activos (y bajar sus precios al generar una “corrida”) para luego comprarlos a un precio mucho más barato. Fue tan exitoso, que obligó a crear un nuevo Banco de Inglaterra bajo su control.

En el caso argentino dudo que exista un inversor individual que pueda tener este grado de “control” por lo que lo importante es anticipar las acciones y políticas de los que nos gobiernen en el próximo período, y las posibles reacciones del mercado a los resultados de las PASO.

Sin embargo, dejando de lado estos impactos “políticos” está claro que existen factores de la naturaleza y de los recursos naturales que pueden ayudar a la mejora en el precio de los activos: el fin de la sequía y la evolución positiva del sector energético, lo que permitiría (si los políticos no lo arruinan) una gran mejora de las cuentas externas, de las cuentas fiscales, del nivel de actividad y de los flujos de ingresos de los distintos sectores de la economía.

Esta dinámica de la “naturaleza” debería facilitar el proceso de reordenamiento estructural que tanto necesitamos.

Sin embargo, es necesario que exista voluntad y compromiso político para llevar a cabo este reordenamiento estructural. Esperemos que no se transforme en “una nueva oportunidad perdida”.