Resistir, el gran proyecto de la clase media.
Esta porción de la sociedad, alrededor de 45% de las familias, está castigada, con ingresos muy por debajo que en otros momentos y sin proyecto de futuro; sin embargo, pelea por no dejar de pertenecer a este “lugar”
Autor: Guillermo Oliveto PARA LA NACION - 29/05/2023
La sociedad argentina está al borde del quiebre emocional. En consecuencia, sus conductas y reacciones se tornan cada vez más difíciles de prever. De tanto castigarla, lograron arrebatarle el imaginario de futuro. “Nos robaron los sueños y los proyectos”, dicen los ciudadanos con pesar. “La Argentina me duele”, afirman, para confirmar la idea de un corpus colectivo llagado e hipersensible. Los jóvenes sostienen: “Somos la generación que no va a tener nada”.
En ese contexto, la clase media se aferra a un último gran proyecto: resistir. Y es en esa defensa final de ciertos valores que definen la idiosincrasia de la argentinidad, donde quizá se cifre la última esperanza realista sobre un devenir mejor.
La clase media en la Argentina no es solo un lugar en la pirámide social, ciertamente muy sustancioso (45% de las familias), ni un nivel de ingresos, hoy brutalmente devaluados. Tampoco se circunscribe meramente a una tenencia de bienes específicos relevantes como podrían ser la casa propia o el auto. Ni siquiera es un set de costumbres y hábitos específicos, que, por supuesto, los tiene. O un acervo cultural, tan nítido como estable, que busca preservar defendiéndolo con ferocidad.
La clase media en la Argentina es todo esto y mucho más. Es una gran construcción simbólica, un lugar de llegada y de pertenencia. Una fuente de identidad, una aspiración, un sueño, una ilusión, una razón de ser. Una luz en la oscuridad de todos los túneles por los que ha cruzado esta sociedad golpeada y maltratada hasta el hartazgo. La clase media es, sobre todo, una historia.
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