Las mil máscaras de Sergio Massa.
Encaró negociaciones paralelas y contrapuestas con el FMI, China y Brasil, en su desesperación por conseguir una mejora en las reservas
Autor: Carlos Pagni LA NACION - 04/05/2023
A comienzos de la semana pasada, cuando el dólar estaba arañando los 500 pesos, Cecilia Moreau amenazó: “Ahora van a conocer al verdadero Massa”. Un gracioso reaccionó en una red social: “Era hora, porque ya hemos conocido como 50″. La tendencia de Sergio Massa a multiplicar sus personalidades es un lugar común de la política nacional. Ahora esa inclinación irrefrenable está alcanzando nuevas marcas. La disociación comenzó a globalizarse. El ministro descendió hace tres semanas de un jet privado en Washington, envuelto en la bandera de los Estados Unidos, para confirmar su alineamiento en la agenda regional de Joe Biden contra China. Hasta realizó una escala en República Dominicana para visitar a la subsecretaria de Estado, Wendy Sherman, encargada de sostener esa política en América latina. Tal subordinación perseguía un propósito principal: conseguir el apoyo de la Secretaría del Tesoro para que el Fondo Monetario Internacional (FMI) adelante los desembolsos previstos para el resto del año, de tal manera que el Banco Central pudiera neutralizar su dramática caída de reservas.
Como de costumbre, Massa fue sembrando sus acciones con declaraciones off the record en la prensa. Así explicaba que el gobierno norteamericano estaría condenado a apoyar a la Argentina por razones geopolíticas, ya que Lula da Silva se había aproximado a Pekín para establecer una mesa de negociación entre Rusia y Ucrania. Frente a ese Lula divergente, que además había consagrado, con el apoyo chino y ruso, a Dilma Rousseff como presidenta del banco de los Brics, Massa se ofreció como el amigo occidental y cristiano.
Las negociaciones con el Fondo son más lentas y, sobre todo, más difíciles de lo que Massa había imaginado. Y el Central seguía perdiendo dólares. Era la hora de cambiar de bandera. El ministro ofreció una conferencia de prensa con el embajador de China, Zou Xiaoli, para activar el swap de monedas acordado en noviembre del año pasado. Mediante ese instrumento, las importaciones chinas se podrían pagar con yuanes, y no con dólares, por un monto de 1.040 millones de dólares en abril y de 790 millones a partir de mayo.
No hay demasiada novedad en este mecanismo. Salvo que ahora el uso de yuanes, que se daba por goteo y con autorizaciones específicas de Pekín, se aceleraría. El intercambio tiene una condición que a veces cae en el olvido: llega una fecha a partir de la cual hay que devolver los yuanes, para lo cual hay que gastar dólares. Dicho de otro modo: la caída de reservas no se cancela, se posterga.
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