Enseñanzas de la historia sobre el impacto de las sequías.

Mariano Vior

Nuestro país enfrenta regularmente, cada unos diez años, sequías severas que afectan en forma significativa no sólo al sector agropecuario sino a la economía en su conjunto; las últimas en 2008/2009 y 2017/2018. La actual es parecida en su intensidad a la de 2008/2009 pero con la particularidad de que ocurrió a sólo seis de la última y luego de dos campañas relativamente secas. No son estas las únicas diferencias con los períodos anteriores.

Autor: Ricardo Arriazu es economista para Clarin - 16/04/2023


La pérdida en la campaña 2008/2009 fue de 36,5 millones de toneladas (37,6%), coincidente con la crisis económica mundial -originada en el sector inmobiliario americano- que provocó una caída en los precios de exportación del 10%. De esta forma, la merma en valor de la cosecha ascendió a 15 mil millones de dólares (43%).

Sin embargo, la situación económica era mucho más holgada que la actual. La actividad económica crecía a un ritmo cercano al 7% anualizado, las reservas internacionales brutas superaban los 47.000 millones de dólares, mientras que las netas rondaban los 40.000 millones. Por su parte, el sector público registraba superávit tanto primario como financiero (2,8% y 1,3% del PBI, respectivamente).

El impacto de la sequía (y de la crisis internacional) fue tremendo. El PBI pasó de crecer a casi el 7% a caer más del 6%, viéndose afectados casi todos los sectores. Claramente uno de los mayores impactos se dio en el sector agropecuario (llegó a caer 20% interanual), sin embargo, construcción, industria y comercio sufrieron caídas similares. Todo este impacto se revertió al año siguiente al normalizarse el clima y crecer nuevamente la cosecha.

Los ingresos tributarios también se vieron afectados, cayeron del 13% al 12% del PBI, con caída en la recaudación de casi todos los tributos -especialmente los relacionados con el sector externo-. Sin embargo, los ingresos totales crecieron (del 19% al 21% del PBI), por el crecimiento de las contribuciones a la seguridad social y las rentas de la propiedad.

Estos incrementos son el resultado de la estatizaron de las AFJP, por la cual los aportes al sistema de capitalización pasaron a registrarse como ingresos corrientes del Estado (un horror contable), al mismo tiempo que las “ganancias” del fondo de sustentabilidad pasaron a contabilizarse como rentas de la propiedad.

En sus intentos por compensar la baja de ingresos y, consecuentemente, de los gastos del sector privado, el gobierno expandió los gastos pasando del 16% del PBI al casi 19%, provocando el deterioro del superávit primario y un déficit luego del pago de intereses.

Si bien el consumo público siguió creciendo, aunque a menor ritmo (paso de casi el 6% al poco más de 4%), el intento de política contracíclica no logró evitar la caída del consumo privado (pasó de un crecimiento del 9% al -4%) ni de la inversión (cuyo ritmo de crecimiento bajó del 16% al -22%).

Sorprendentemente, el saldo de doce meses de la balanza comercial pasó de un superávit de 14 mil millones de dólares en octubre de 2008 a un superávit de 16 mil millones un año más tarde. Esta “mejora”, a pesar de la pérdida de 17 mil millones en las exportaciones, fue posible por la baja aun mayor de las importaciones, consecuencia de la caída de actividad.

Al igual que en una familia, un país que enfrenta una gran pérdida de ingresos -como son las sequías- puede reaccionar de dos maneras: mantener el nivel de gastos y financiarlo con ahorros previos (pérdida de reservas), o bajar el gasto para compensar la baja de ingresos (lo que efectivamente pasó).

En el caso de un país, este puede intentar compensar la pérdida devaluando pero, sin mercancía para exportar, el único impacto de esta medida sería el incremento de los precios internos y la consecuente baja de importaciones.

Esta campaña las pérdidas parecieran exceder las peores proyecciones, 47 millones de toneladas (-35%) menos que la campaña anterior, 53 millones de toneladas menos que las proyecciones iniciales. La pérdida en el valor de la cosecha ascendería a 20 mil millones de dólares respecto el año anterior, gracias a que no se observan bajas significativas de precios.

Sin embargo, en esta oportunidad las reservas netas líquidas con casi inexistente, el sector público registra déficits tanto primarios como financiero, se anticiparon ingresos por derechos de exportaciones (“dólar soja”) por casi 500 mil millones de pesos y existe una considerable deuda en pesos con vencimientos muy cercanos. Esta vez la sequía coincide con una situación económica y financiera local muy debilitada.

Creo que no existe la menor duda que el mecanismo de ajuste este año tomará la misma forma que en la sequía de 2008/2009: caída de la demanda interna, del PBI y de las importaciones, y sin posibilidad de compensar las mismas vía expansión del gasto público y pérdida de reservas. La situación es muy preocupante.

El único punto favorable en estos momentos es la dinámica del sector energético, con la producción de petróleo creciendo a un ritmo de dos dígitos y si bien la de gas es menor -limitada por problemas de transporte- la perspectiva es que aumente en forma significativa por las inversiones ya en marcha del gasoducto NK.

El petróleo aceleraría su crecimiento con la rehabilitación del oleoducto a Chile y la ampliación de la red de oleoductos de Oldelval. Estas obras permitirían este año aliviar parcialmente el impacto de la sequía sobre el sector externo, mientras que con la normalización de las lluvias las perspectivas para el año próximo son completamente diferentes.

Finalmente, no se puede obviar la incidencia de estos acontecimientos en la política. Si bien no es el único factor determinante del voto, la economía siempre tuvo gran impacto en las elecciones.

En las elecciones legislativas de 2009 el partido gobernante tuvo una gran pérdida de votos, resignando representatividad en el Congreso, incluida la provincia de Buenos Aires donde resultó vencido. En 2019 el partido gobernante perdió las elecciones presidenciales. Este año la sequía coincide nuevamente con la de presidente; la experiencia muestra que los resultados serán afectados por esta y sus impactos en la economía.

Ricardo Arriazu es economista.