Batalla naval

Hola Arturo Jose , ¿cómo estás? Yo, muy bien. Es que escribo estas líneas desde San Nicolás, en el arranque de una extraordinaria manifestación del potencial agroindustrial. Expoagro 2023, voy a evocarte.

Autor: Hector Huergo editor de Clarin Rural - 07/03/2023


No es una fiesta, ni una celebración. Es una proclama viviente, con los dientes apretados. Porque semejante creatividad puesta en acción tiene el regusto amargo de la dilapidación de los recursos que hemos aprendido a conseguir, sobre la base de tecnología, inventiva, esfuerzo. Meritocracia. Más de 600 empresas exhibiendo sus equipos, insumos y servicios, frente a miles de productores que –a pesar de todo—vienen a ver qué hay de nuevo, en la búsqueda frenética de abrir caminos en su larga huída hacia adelante.

Este año, a los dislates de la política económica hacia el agro de un gobierno que sólo lo concibe como una forma de financiar sus menesteres, se suma una sequía inédita. Y encima, con una violenta helada temprana que, a mediados de febrero, le dio el tiro de gracia a una cosecha que venía mal rumbeada. Entre lo que se perdió de trigo y cebada, más la debacle de la soja y el maíz, se calculan pérdidas de 20.000 millones de dólares.

El impacto macroeconómico es gigantesco, pero se sentirá particularmente en el interior, donde el “efecto difusión” de la actividad agropecuaria es enorme. Todo lo que se ve en la Expoagro es lo que mueve al comercio, la industria y los servicios. 50 millones de toneladas menos son millones de kilómetros que los camiones no recorrerán de las chacras al puerto. Menos cubiertas que se consumen y exportan bajo la forma de granos y sus derivados. Menos camioneros parando en las parrillas ruteras.

Todos saben, sin embargo, que esto es un fenómeno excepcional. Y también, desde el campo, la mayoría piensa que esta política también es un accidente de la historia. Lleva mucho años, es cierto. Pero pareciera que la luz está al final del túnel. Nadie sabe bien cómo, pero la exacción sistemática, reinaugurada hace 20 años con la vuelta de las retenciones, está llegando a su punto final. Lo mismo que el diferencial cambiario, que se mantiene en una cifra obscena, cerca del 100%, consolidando el mayor robo de granos de la historia de la agricultura a nivel mundial. Desde 2002, el Estado capturó 175.000 millones de dólares del agro sólo por derechos de exportación. A esto se suma el diferencial. Al final del día, por cada tres barcos que carga un exportador, cobra uno. Los otros dos, hundidos. Maquiavélica batalla naval.

Lo que nos dice Expoagro es que el agro baipasea esta coyuntura. Hay una visión de largo plazo. Lo sentimos hace cuarenta años, cuando se realizó la primera muestra con la tecnología en acción, la recordada Expodinámica de La Laura en Chacabuco. Fue en 1983. Salíamos de la dictadura militar, tras la derrota de Malvinas. La crisis económica era gravísima, además del descrédito a nivel mundial por las tropelías sobre los derechos humanos.

Desde el campo salió la primera respuesta. En La Laura se sentía que todos querían aportar para la recuperación. La viví desde adentro. La hicieron entre un puñado de fabricantes que, pala en mano, clavaron bandera en las primeras muestras dinámicas, presagiando el gran cambio que se avecinaba. No existía la soja, ni la siembra directa. Las exhibiciones principales eran casi cinchadas de tractores tirando arados de reja, rastras excéntricas, cinceles, vibrocultivadores, que era lo que se usaba en todo el mundo para “romper” los suelos. No se había consolidado la siembra directa, apenas algún esbozo y sobre todo muchas dudas. Estaba la conciencia conservacionista, y por eso la labranza vertical se abría paso frente a los arados de reja y vertedera. Pero nada de siembra directa, que llegaría después de la mano del imponente Victor Trucco, al que un Nóbel le quedaría chico. Nadie hizo tanto, desde los tiempos de Norman Borlaug, por introducir una forma eficiente y amigable con el medio ambiente, terminando con la era de la agricultura erosiva y de alta huella de carbono.

En La Laura no existían prácticamente las pulverizadoras automotrices. Si mal no recuerdo, en la muestra hubo solo algunas de arrastre. Todo era control mecánico de malezas, a base de fierros. Suelos hechos harina, yuyos avanzando de modo galopante.

Todo cambió. Hoy Expoagro concentra la vanguardia conceptual de la nueva agricultura. Es mucho más que la capital de los agronegocios. Es la avanzada hacia un modelo productivo y sustentable.

Recuerdo a aquellos hombres. Desde Lelio Lambertini, titular de Mainero, colocando personalmente los mástiles con las banderas de la empresa. Con su hermano Nelson (Tito) a la par. Hoy el hijo de Tito es el presidente de la empresa, que en estos 40 años hizo un progreso fenomenal. Son los creadores del sistema de maicero que hoy usa todo el mundo. Pero hace pocos años inventaron un cabezal nuevo, patente mundial, que permite cosechar el maíz en todas las direcciones, sin necesidad de respetar las hileras. Estará exhibiéndose en el Tecnódromo tecnológico, junto con los drones y robots pulverizadores, los analizadores remotos de suelos, nuevas ideas de distribuidores neumáticos de semillas, sistemas electrónicos de control de procesos y funciones. Tipos como Abelardo Cuffia o Jorge Gentile con sus monitores, equipos de precisión y robots son de dimensión mundial.

Y para que toda esta oleada de Agtech sea viable y operativa, había que resolver la cuestión de la conectividad. Hoy se presentará un estudio que ordenó la empresa de telefonía Telecom a la fundación FADA, para analizar la demanda y alternativas de servicio de conectividad full en el territorio rural. Será uno de los hitos de Expoagro. Una nueva parafernalia donde los emprendedores argentinos se mezclan con la vanguardia mundial.

Allí estarán también los cabezales desgranadores de fibra de carbono, otro salto tecnológico que surge de la creatividad criolla: un material ultraliviano, utilizado en la industria deportiva, que de pronto aparece en los botalones de las pulverizadoras. John Deere adquirió la fábrica de estos botalones (en Campana). Otras empresas argentinas los están adoptando. Pero era solo la punta del iceberg.

Ahora hay una plataforma de 45 pies, en fibra de carbono, que hubiera sido inviable con los materiales convencionales. Sólo en la Argentina está la idea de una agricultura más liviana en sentido amplio: procesos más sencillos, menos capital en juego, menos costo operativo, menor consumo de energía.

El silobolsa, las pulverizadoras automotrices, el modelo eficiente del contratista, que le saca el jugo a sus equipos con conocimiento, capacitación y energía positiva. Todo va en la misma dirección. La huella de carbono. Para muestra, un botón: hoy se anunciará un acuerdo entre la plataforma Puma, que calcula la huella de carbono de cada proceso agrícola, con Agrology y Viterra. Agrology es una empresa de productores y Viterra es el nuevo nombre de Glencore, nada menos. Grandes actores de la Segunda Revolución de las Pampas.

Viviremos intensamente una muestra que será histórica. Insisto: no es una fiesta, ni una celebración. Es un puñetazo en la mesa, seguido de un grito: ¡Aquí estamos! Que vayan pasando.