Las comparaciones son odiosas.

Hola Arturo Jose , ¿cómo estás? Yo, con ganas de seguir mirando el horizonte, más allá de nuestras justificadas tribulaciones. Un horizonte que está cada vez más claro: nuestro destino agroindustrial. Brasil del “Orden y Progreso”, voy a evocarte.

Autor: Hector Huergo editor de Clarin Rural - 21/02/2023


El domingo pasado, el diario Estado de Sao Paulo tituló “Agronegocio de Brasil da un salto en 20 años y hoy equivale al PBI de la Argentina”. Entre 2002 y 2022 cuadruplicó su producto bruto agroindustrial, pasando de 120 mil millones de dólares, a más de 500.000. Imponente. Aquí siempre nos miramos en el espejo de Brasil, pero con el espejo de un parque de diversiones. De esos que distorsionan graciosamente las imágenes. Siempre fue tomado, por los economistas, los opinadores y los políticos, como el modelo de industrialización basado en la sustitución de importaciones y otras lindezas. Pero no: lo que hizo Brasil fue diferente. No diría lo opuesto, porque desarrollar la agroindustria es también compatible con desarrollar las demás industrias. Veamos.

Por razones periodísticas y también agronómicas, estuve muy relacionado con lo que ocurrió en Brasil en los últimos 30 años. Mi último trabajo, antes de retornar a Clarín Rural, fue en el área internacional de Vassalli, que contaba con una operación en Brasil (planta industrial en Canoas, cerca de Porto Alegre). Se fabricaba la Vassalli 900, aunque un modelo un escalón por debajo de la que se hacía en la Argentina. Por ejemplo: ni cabina tenía. Pero tampoco tenía competencia: no se había instalado (todavía) ninguna de las grandes marcas internacionales. Pronto lo harían…

La soja ya era un boom. Los Cerrados se abrían de modo galopante. Recuerdo un libro de hace 30 años, editado por la empresa textil Hering. Ellos se habían diversificado y fueron partícipes necesarios de la expansión hacia el oeste. Una sunami incontenible. Visité un poblado fundado en 1982: Lucas do Rio Verde, en el estado de Mato Grosso, 300 kilómetros al norte de Cuiabá. Tenía por entonces (1991) apenas 5 mil habitantes. Hoy tiene casi 30 mil.

Y ahora el motor no es la soja, sino el maíz, que había entrado como “safrinha”, una especie de lance sobre la cosecha de soja. Hoy es la base de la nueva cultura maicera del Brasil, que ya desplazó a Estados Unidos como el primer exportador mundial del principal grano (en volumen) del mundo. Pero además, en Rio Verde se instalaron un par de gigantescas plantas de etanol de maíz, que ahora complementa al de caña de azúcar en el exitoso programa de biocombustibles del Brasil. Uno de los accionistas de esa planta es la familia Stine, una de las grandes compañías de semillas de los Estados Unidos, co propietaria del evento biotecnológico Enlist. Stine tiene operaciones de semillas también en Brasil y la Argentina, tanto de maíz como de soja.

Vale la pena mirar el Google Earth y usar la visión retrospectiva (cliquear el relojito del panel de funciones) para ver la evolución. Pero hay más historias. Muchas, muy cercanas. Todos conocemos los excelentes productos de Jacto, en particular sus pulverizadoras. Esta empresa fue creada por un inmigrante japonés, Shinzo Nishimura, en los años 40. Shinzo llegó a Pompeia, 450 kilómetros al oeste de San Pablo, con una mano atrás y otra adelante. Y su mujer al lado, que seguramente fue la clave. Alquiló una casa modesta con los pocos ahorros que había hecho como herrero en Rio de Janeiro y San Pablo. Puso un cartel que rezaba algo así como “Arreglo de todo”. Un día, inventó una pulverizadora de mochila. Hoy lo conocemos por sus pulverizadoras automotrices (hasta una autónoma que se anuncia para Expoagro) pero en Brasil pelea el mercado de cosechadoras de caña de azúcar y de café, además de las fertilizadoras. Y es el mayor fabricante de pulverizadoras “costales” (mochila) del mundo. Hay que ver lo que es hoy Pompeia. Y tienen una interesante operación en la Argentina, con base en Arrecifes. Retoños del agronegocio brasileño.

Otros inmigrantes, ahora de origen holandés, llegaron a Rio Grande do Sul en 1946, después de la guerra. Los Stapelbroeck crean Stara en la ciudad de Nao-me-toque. Arados, palas frontales, luego pulverizadoras automotrices y ahora también sembradoras. Hace cinco años se instalaron en la Argentina, con una planta cerca de Rosario.

Otros que también habían probado suerte con la maquinaria agrícola fueron los Schlauder Logeman, que habían levantado una planta de cosechadoras en Horizontina, (casi sobre el río Uruguay, muy cerca de El Soberbio en Misiones) para fabricar bajo los colores de John Deere las SLC. Finalmente le vendieron la empresa a John Deere, que luego se expandió con otras dos plantas: una de tractores cerca de Porto Alegre, y la más reciente de pulverizadoras y cosechadoras de caña de azúcar, en Catalao (Mato Grosso). Desde estas plantas, JD abastece al mercado brasileño, pero dedica un tercio de su producción al mercado internacional. Otro hijuelo de la expansión agrícola brasileña.

SLC, tras vender el negocio de maquinaria, creó una empresa de siembra y desarrollo de campos. Hoy cuenta con 450.000 hectáreas propias en más de 20 fincas, y facturó el año pasado más de mil millones de dólares. Es la primer agropecuaria brasileña en cotizar en bolsa. Certifica soja y maíz responsable, y el año pasado logró que le pagaran por dejar 1.300 hectáreas como reserva natural. Integran además agricultura con ganadería en desarrollos silvopastoriles.

La expansión no se limita en la agricultura. El valor agregado, a través de la conversión en proteínas animales, determinó que Brasil sea hoy el principal proveedor de carnes del mundo. Marfrig es la líder mundial en hamburguesas (dueña de Paty en la Argentina). Tiene varios frigoríficos en Brasil, tres en Uruguay, dos en la Argentina y en los EEUU, operaciones de engorde a corral en sociedad con ganaderos norteamericanos, además de plantas de faena. JBS y Minerva también están en el podio del mundial de las carnes. Al igual que en pollos y cerdos, con empresas como Sadía y Perdigao.

Millones de puestos de trabajo, miles de millones en inversiones en plantas e infraestructura. Foco en la sustentabilidad. Con gobiernos de distinto color. Pero el peso específico de la revolución agroindustrial impuso finalmente su impronta. Hoy, el Banco Central de Brasil tiene reservas por 300 mil millones de dólares.

Las comparaciones son odiosas.