Dios creó al mundo, pero a los Países Bajos los hicieron los ingenieros holandeses.
Hola Arturo Jose , ¿cómo estás? Yo bien, y con ganas de compartir con vos algunos datos e ideas sobre lo que está pasando con la campaña agrícola. Que venía muy mal, pero parece acomodarse a medida que la Niña, aparentemente, decidió emprender la retirada. Aunque tarde, como el forense.
Autor: Hector Huergo editor de Clarin Rural - 07/02/2023
Venimos diciendo, en los últimos newsletters, que la principal enseñanza de esta sequía “histórica” es que hay que pensar en grande cómo poner en valor los enormes recursos hídricos del país. No solo los acuíferos subterráneos, que se aprovechan con cuentagotas, sino el aprovechamiento de los ríos y arroyos que entregan mansamente sus aguas. Ni hablar de los “humedales”, cuyos efectos ecosistémicos son sacralizados por el ambientalismo que solo mira su “lado bueno”. Los humedales, o tierras inundables, no solo implican pérdida económica sino que contribuyen a las emisiones de metano mucho más que todo el stock vacuno.
Un ejemplo práctico: desde siempre, los habitantes del delta del Paraná aprovechan el gas que emana de pequeñas perforaciones. Es metano. Hay profusión de trabajos científicos que cuantifican esas emisiones, pero de eso no se habla.
Así que riego y drenaje en las llanuras de la pampa ex húmeda, saneamiento en las tierras bajas, desde los Bajos Submeridionales, la cuenca del Salado, las islas del Paraná. Y por supuesto el aprovechamiento a pleno de los valles que surcan los ríos de oeste a este, bajando de la cordillera de los Andes. Mucho para hacer. ¿Recursos? Ya hablamos de esto: con el 10% de lo que el Estado recaudó por derechos de exportación desde que se reimplantaron, en el 2002, hubiéramos incorporado riego sobre el 30% de la superficie agrícola. Ello significaría la duplicación de la producción, tanto por la conversión de tierras como por el riego suplementario, que asegura un 50% más de productividad. O más, como en esta campaña.
El año pasado, los exportadores de granos y derivados de valor agregado liquidaron 40 mil millones de dólares. Una cifra récord, más como consecuencia de la mejora de los precios internacionales que por un aumento de la producción. La campaña 2021/22 no fue buena en volumen, la sequía afectó en particular a la cosecha gruesa. Pero hubo una compensación: la guerra de Ucrania disparó las cotizaciones, desde fines de febrero, e hizo coincidir el pico de la cosecha con el “overshooting” de los precios. Dios es argentino y K.
El ingreso de divisas se mantuvo con buen ritmo, aunque los productores fueron reteniendo los granos (en particular la soja, su moneda de ahorro). Cuando asumió Sergio Massa como ministro de Economía, encontró el artilugio de la reducción temporaria de las retenciones para la proteo oleaginosa, lo que le permitió hacerse de 4.000 millones de dólares en el mes de octubre. El dólar soja. Barrió con buena parte de los stocks en manos de los chacareros. Acicateado por el éxito, repitió la movida en diciembre y allí pasó el lampazo: logró nuevas ventas por 3.400 millones. Y ahí se terminó la historia. La liquidación de divisas producto de las exportaciones de cereales y oleaginosas alcanzó los US$ 928,37 millones en enero último, lo que significó una cifra 61% inferior a igual mes de 2022, y un 75% menos que en diciembre último.
La Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) explicó que "el ingreso de divisas del mes de enero es el reflejo de un mercado de granos post instrumentación del decreto 787/2022 (dólar soja) así como de la fuerte sequía que agrava la comercialización con destino a exportación". Y agrega que el complejo oleaginoso-cerealero, incluyendo al biodiésel y sus derivados, aportó el año pasado el 48% del total de las exportaciones de la Argentina, según datos del Indec.
El principal producto de exportación del país es la harina de soja (14,2% del total), que es un subproducto industrializado generado por este complejo agroindustrial, que tiene actualmente una capacidad ociosa cercana al 50%. El segundo producto más exportado el año pasado, de acuerdo con el Indec, fue el maíz (11%) y el tercero fue el aceite de soja (6,9%).
Por la sequía, perdimos 10 millones de toneladas de trigo (3.500 millones de dólares menos en ingreso de divisas). Hay que sumar el impacto de las heladas tardías. Por el atraso en la siembra de soja, prácticamente no se pudo sembrar la “de primera” (del 20 de octubre al 20 de noviembre), que rinde 1 tonelada más en promedio que la “de segunda”, que se siembra cuando se levantan el trigo y la cebada (en diciembre y hasta los primeros días de enero). Por cada día de atraso, a partir de diciembre y dependiendo de las regiones, se calcula un promedio (muy grueso) de 40 kg en el potencial de rendimiento.
La falta de lluvias provocó una demora de más de 45 días. Eso es, en teoría, al menos una tonelada menos de rinde por hectárea. Sobre 20 millones de hectáreas, son 20 millones de toneladas. Ni hablar del riesgo latente de una helada temprana, que tomaría a los cultivos sin haber completado el llenado de los granos. A los valores actuales, de 550 dólares la tonelada, la merma será de más de 10 mil millones de dólares.
Por algo se está disparando el precio de la harina de soja, que esta semana pasó los 500 dólares en Chicago, valor récord. Argentina es el principal exportador mundial, por ahora.
Y en maíz, finalmente, estaremos al menos 10 millones de toneladas por debajo del año pasado. Otros 2.500 millones de dólares. En total, y considerando que los precios se mantengan en los niveles de la campaña anterior, hay que calcular 15.000 millones de dólares menos.
Son cifras tremendas. El mundo está ávido. Hace unos años, el proteccionismo y los subsidios hacían temer por la perspectiva del negocio de producir y exportar alimentos. Aquellos nubarrones se disiparon. La demanda sigue creciendo, en particular en los países asiáticos. Tenemos toda la infraestructura física y comercial para atenderla. Brasil lo viene haciendo, también Paraguay y Uruguay. Acá, el primer paso es sacar el pie de la puerta giratoria. El segundo, pensar en grande para hacer algo como lo que hicieron los holandeses.
Porque Dios creó al mundo, pero a los Países Bajos los hicieron los ingenieros holandeses.