De una cumbre anacrónica a un mamarracho judicial.
Alberto Fernández y Lula da Silva, encabezando el podio, se prometieron restaurar una armonía sudamericana cuya inviabilidad quedó demostrada por la misma cumbre
Autor: Carlos Pagni LA NACION - 26/01/2023
El rasgo sobresaliente de la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños que se acaba de celebrar en Buenos Aires fue el anacronismo. Los principales asistentes, con Alberto Fernández y Luiz Inácio Lula da Silva encabezando el podio, se prometieron restaurar una armonía sudamericana cuya inviabilidad quedó demostrada por la misma cumbre. Las noticias más llamativas fueron que Nicolás Maduro, investigado en La Haya por crímenes de lesa humanidad, no puede abandonar Venezuela. Que lo mejor que podía esperar Dina Boluarte es que no se mencionara a su país: Perú. Casi lo consigue, si no fuera por las críticas del chileno Gabriel Boric a la represión de las revueltas en ese país. Luis Lacalle Pou observó algo indiscutible: una asociación de países no puede aspirar a ser una cofradía ideológica. Lo demostró él mismo ayer, al tratar con gran cordialidad a un icono de la izquierda, Lula da Silva, que visitó Uruguay. Para poner más en evidencia la fragilidad de todos estos vínculos, Cristina Kirchner se negó a reunirse con Lula. Dicho de otro modo: puso como condición que el presidente de Brasil se allanara a visitarla en su despacho de vicepresidenta en el Senado, que es como bloquear la posibilidad de una entrevista. Sería un error menospreciar estos pormenores como si fueran irrelevantes. En este contexto general se inscribe la embestida del peronismo contra la Corte Suprema de Justicia. Alberto Fernández agrega ese conflicto a un paisaje regional que no soporta una gota más de inestabilidad.
La ausencia de Maduro estaba asegurada desde un comienzo. El emir caribeño no podía arriesgarse visitando un país en el que un juez de primera instancia necesitado de respaldo político, Federico Villena, tuvo secuestrados a varios venezolanos, un grupo de iraníes y un avión durante semanas enteras. Para ponerlo en otros términos: Maduro no puede exponerse a sistemas en los que el Poder Judicial no sea manejado con rienda corta por el Poder Ejecutivo. Alberto Fernández pudo hacer gestiones para que Interpol no lo detenga. Pero no está en condiciones de asegurar el comportamiento de los tribunales. Los amigos del dictador recibieron otra versión. Un audio en el que él explica: “Me llegaron informaciones de fuentes de inteligencia que jamás nos fallaron sobre algo terrible que iba a suceder pero que no puedo revelar”. No hacía falta espionaje alguno para adelantarle que su figura sería vapuleada por las manifestaciones de protesta de los miles de venezolanos que soportan su exilio en Buenos Aires.
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