Argentina y el mercado chino de carne vacuna.
La República Argentina (RA) y la República Popular China (RPC) suscribieron en 2017 un acuerdo que abrió las posibilidades de exportación hacia dicho mercado -hasta entonces limitado sólo a carnes vacunas congeladas y desosadas- de cortes bovinos enfriados y con hueso. Completados los protocolos sanitarios respectivos, en junio de 2019 se concretó el primer embarque de cortes enfriados.
Autor: Por Eduardo R. Ablin Embajador en Economista. - 07/08/2020
Subsecuentemente, el mercado chino se tornó fundamental para las colocaciones de carne vacuna argentina, concentrando 50% de las casi 845.000 toneladas (tons) totales exportadas durante 2019, proporción que se eleva a casi 80% durante el primer semestre de 2020, lo que ha motivado una destacada euforia entre el sector productor y las autoridades.
Así, el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca destaca que no obstante las vicisitudes generadas desde marzo último por el Covid-19 la cadena productiva y comercial de la carne vacuna pudo sostener su actividad, incrementándose la faena del primer semestre de 2020 en 280.000 cabezas, lo que derivó en una producción y exportaciones superiores en 4% y 20%, respectivamente, respecto de aquellas alcanzadas durante igual período de 2019. Así, durante el primer semestre del año en curso nuestro país se ha reposicionado en el sexto lugar como productor mundial de carne vacuna y quinto exportador, abasteciendo 7% de la demanda global.
Tal avance se ha sustentado básicamente en la creciente demanda del mercado de la RPC desde su apertura plena, el cual concentró en la primera mitad de 2020 casi 30% de las importaciones mundiales. Dicha tendencia se originó en la retracción cercana al 40% de la producción china de carnes entre 2018-2020 a causa de una epidemia de fiebre africana que determinó la pérdida de la mitad de su stock porcino, con el consiguiente déficit de 15-20 millones de toneladas de proteínas de origen animal. Este faltante en el mercado interno determinó un significativo incremento en los volúmenes de importación de carnes sustitutivas, en particular vacunas, permitiendo a Australia superar en 2019 las colocaciones de 300.000 toneladas base res con hueso (“ton/b/r/h”, en adelante “ton/s”) en el mercado chino, su principal cliente.
De igual forma, la pandemia tornó a la carne vacuna argentina más dependiente del mercado chino, debido que el tradicional consumo europeo de carnes de alta calidad en el circuito de restaurantes y hotelería resultó casi negligible ante la desaparición del turismo. Así, la RPC se ha consolidado como el demandante de importantes volúmenes -en el caso argentino de cortes de menor valor apropiados a los hábitos culinarios populares chinossosteniendo así los precios de los ejemplares de inferior calidad. Como respuesta a la situación descripta, las autoridades de la RPC negociaron con diversos países proveedores la habilitación de más de 300 plantas frigoríficas procesadoras de carne porcina, vacuna y aviar, de forma de poder incrementar sustancialmente la oferta del sector vía importaciones, liberando simultáneamente los cuantiosos stocks acumulados desde el comienzo de la crisis, consintiendo asimismo la flexibilización del denominado “canal gris” que canaliza el ingreso ilegal de carnes vía Vietnam y Hong Kong.
Como resultado de estas políticas el precio de la carne porcina al por menor (indicador relevante dado su consumo prioritario en la RPC, seguido por la aviar) descendió durante seis meses consecutivos entre noviembre de 2019 y mayo de 2020, recuperándose sólo parcialmente desde entonces.
Por el contrario, los precios de las carnes vacunas registraron en dicho período una impetuosa alza, que superó el 40% para la carne australiana, para recién revertirse hacia junio de 2020, coincidiendo con un rebrote de Covid-19 en Tianjin -puerto de Beijing- que conllevó una reprogramación de los embarques hacia ese destino como resultado de más intensos controles sanitarios.
Dicha perspectiva mantiene la renovada tendencia a la caída de los precios internos, ante la presunción de que al momento de renegociarse los contratos los significativos volúmenes de importación y liquidación de stocks agudicen tal tendencia, que se traslada rápidamente a las cotizaciones de importación.
Por el contrario, los valores excepcionales que registraba el mercado chino durante el segundo semestre de 2019 permitieron a nuestros exportadores colocar cortes de novillos o vaquillonas, y hasta de hacienda engordada a corral, absorbiendo un creciente volumen de carne de origen argentino, hasta alcanzar al presente el record histórico del 80% de las exportaciones totales del sector. Ello convirtió a Argentina en el segundo proveedor chino detrás de Brasil, aunque precediendo a Australia, histórico abastecedor de dicho mercado. Así, nuestras exportaciones de carne vacuna a la RPC entre junio de 2019 y mayo de 2020 concentraron volúmenes cercanos a 900.000 tons por valor superior a US$ 3.200 millones. Dicho proceso se repitió durante el primer semestre de 2020, siendo la RPC una vez más el principal destino para la carne vacuna argentina, al absorber casi 80% del volumen y dos tercios del valor total exportado de carnes enfriadas, congeladas y procesadas. No obstante, el incremento del tonelaje se vio contrarrestado por una significativa y continuada caída de precios, al reducirse las cotizaciones en torno al 15% durante el semestre (con picos de 30-40% en mayo, cuando se contrajeron cerca de US$ 3.000 por ton). De esta forma, los valores de importación del mercado chino, que habían alcanzado un récord de US$ 7.700 dólares/ton en noviembre de 2019 sufrieron una contundente caída interanual en torno del 30%, hasta ubicarse en US$ 4.400, casi US$ 1.000/ton por debajo del mes precedente.
En este contexto no deja de sorprender el entusiasmo registrado en nuestro medio respecto al promisorio futuro del mercado de la RPC para las carnes vacunas argentinas, soslayando tal vez la decisión adoptada al inicio de mayo por las autoridades de la RPC, que suspendieron las importaciones de los cuatro más importantes frigoríficos de Australia, responsables de casi un tercio de las colocaciones de dicho país en China por valor de US$ 1.200 millones anuales. Siendo Australia el primer exportador mundial de carne vacuna de alta calidad, de la cual una cuarta parte se orientó en 2019 hacia la RPC para satisfacer la demanda de la clase media con ingresos crecientes en dicho mercado. Al respecto, Australia se beneficia desde 2014 de su Acuerdo bilateral de Libre Comercio (ALC), por lo que el acceso con arancel reducido de sus carnes vacunas al mercado chino le otorga una nítida ventaja comparativa sobre sus competidores, al tributar al presente un arancel de 4,8%, que se prevé desgravar totalmente hacia 2024, el cual se expande a 12% al superarse la cuota anual de 227.000 tons.
Así, argumentando que los embarques de los cuatro establecimientos australianos vulnerarían normativa en materia de etiquetado la Administración de Aduanas de la RPC -en ocasión de embarques dirigidos al estricto puerto de Shanghai- procedió a rechazarlos, situación que ya se había presentado en 2017, dando lugar a su suspensión del listado de establecimientos habilitados durante un cuatrimestre. Más allá de la pronta acción australiana para intentar zanjar ese impasse, su efecto más concreto se reflejó en la significativa retracción de un tercio de la oferta australiana al mercado de la RPC, con el consiguiente incremento de importaciones sustitutivas desde Brasil y nuestro país. En cualquier caso, aun cuando Brasil es el mayor exportador mundial de carnes vacunas, sus precios no pueden aspirar a los niveles percibidos por la industria australiana en China, beneficiada logísticamente por su imagen y proximidad geográfica, impactando por “simpatía” las cotizaciones de los cortes de superior calidad de origen argentino.
Apenas después del bloqueo de las carnes, y para sorpresa del Gobierno australiano, la RPC impuso asimismo derechos antidumping del 80% sobre las importaciones de cebada de dicho origen, argumentando en su investigación la necesidad de “proteger a la industria doméstica, víctima de un daño sustancial con motivo del dumping practicado en las transacciones de cebada australiana”. En este sentido, la RPC importaba tradicionalmente la mitad de las colocaciones totales australianas de cebada, en torno a 1 millón de tons anuales, cuyo valor ascendió a US$ 1.500 millones en 2018, aunque se contrajo a US$ 600 millones en 2019 con motivo de la sequía que afectó al agro en Australia. Cabe aclarar, por el contrario, que el carbón y el mineral de hierro, insumos imprescindibles para la RPC, de los cuales Australia es su principal proveedor, no fueron en ningún momento objeto potencial de restricciones.
Continuando este abanico de medidas, el Ministerio de Cultura y Turismo de la RPC publicó en junio una advertencia respecto del riesgo para sus ciudadanos -quienes nuclean el 30% del turismo extranjero en Australia- de viajar a dicho destino. Igualmente, el Ministerio de Educación emitió una prevención análoga dirigida a los estudiantes chinos cursando estudios en universidades australianas, que concentran casi 30% de los 750.000 alumnos extranjeros (generando elevados ingresos para el país receptor) por lo que su eventual regreso podría involucrar pérdidas superiores a US$ 8.000 millones para Australia.
Finalmente, Australia resultó a continuación objeto de un masivo “ciberataque” atribuido a “hackers chinos”, del cual obviamente no constan evidencias, aunque sin mencionar oficialmente a China las sospechas al respecto de las autoridades australianas se difundieron ampliamente.
Al respecto no deja de sorprender que esta sucesión de acontecimientos se concatenaran días después de que el Gobierno australiano impulsara la solicitud de una investigación internacional en el marco de la Organización Mundial de la Salud (OMS) acerca del origen y expansión de la pandemia del Covid-19 adoptada en dicho foro. Así, no obstante el bloqueo chino del ingreso de las importaciones de carnes y cebada originarias de Australia al amparo de normativa contemplada en la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Gobierno australiano presume que las mismas respondieron en rigor a la adhesión de su país a la solicitud de conducir una investigación en el ámbito de la OMS respecto del origen de la pandemia y la eventual responsabilidad de la RPC en su tardía información respecto a la misma. En este sentido, el Embajador chino en Canberra había advertido ya en una entrevista en abril que Australia podría enfrentar un boicot a sus exportaciones, así como eventuales limitaciones al turismo chino hacia el país en la medida que persistiera presionando a favor de la investigación en debate en la OMS.
Tal agresiva estrategia reciente de la política exterior china se enlaza con el rol asumido como “Wolf Warriors” (guerreros lobos) por sus diplomáticos, aunque la RPC ha negado reiteradamente que las medidas adoptadas respecto de Australia se encuentren vinculadas con sus decisiones en el ámbito multilateral.
En cualquier caso, el comprensivo paquete de sanciones -comerciales, turísticas y de servicios- introducidas por la RPC en un período tan perentorio no dejan de constituir un ejemplo de su potencial accionar en materia de política exterior respecto de aquellos socios comerciales que pudieran afectar objetivos chinos a nivel global.
Al respecto cabe recordar que la RPC constituye el principal socio comercial de Australia, con un intercambio bilateral que ascendió de US$ 162.000 millones durante 2019, incluyendo exportaciones australianas por valor cercano a US$ 90.000 millones (un tercio del total aproximadamente). En este sentido, cabe recordar que la elevada dependencia australiana del mercado de la RPC, así como su enorme diferencia de poder relativo global, le impiden imaginar siquiera una respuesta a las acciones chinas por vía de contramedidas “a la Trump”. Sin embargo, la imposibilidad australiana de vislumbrar la aplicación de medidas de retorsión no excluye una conducta inversa por parte china, incluyendo casos motivados por razones no comerciales, y más aún cuando la capacidad de retaliación de otros socios comerciales no resulten equiparables a la de EE.UU.
Por ello, el entusiasmo reinante en nuestro medio respecto de la creciente inserción de las carnes vacunas argentinas en el mercado de la RPC, en adición al promocionado avance de eventuales inversiones chinas de envergadura en la Argentina dirigidas a desarrollar establecimientos dedicados a la cría masiva de porcinos, sustentada en la abundante proteína vegetal disponible de maíz, con el objetivo de abastecer exclusivamente la demanda del mercado chino, merece probablemente una segunda reflexión. En efecto, tener presente las implicancias para nuestra producción vacuna de las limitaciones impuestas por el Reino Unido a las importaciones de carnes argentinas durante la década de los’60 -argumentando razones presuntamente sanitarias- debería constituir un dato histórico insoslayable, ya que como demostró esa instancia de severa transformación de nuestra historia agropecuaria, quedar a merced de un monopolio no deja de resultar particularmente riesgoso.