El trabajo crecerá lento y con diferencias por sectores; qué factores modificarán la relación entre PBI y generación de puestos.

¿Cuánto empleo será capaz de generar la reactivación económica que, tardíamente respecto de lo esperado, da sus señales por estos días, según los indicadores oficiales? La cuestión es el desafío quizá más sensible, porque se refiere al punto que, a los ojos de la sociedad en general, haría más atractivos los llamados brotes verdes.

Autor: Silvia Stang LA NACION - 07/08/2017


Según estiman varios analistas, no habrá que esperar, para los próximos meses, una alta creación de puestos en el conjunto de la economía, lo cual parece ser un llamado para la instrumentación de políticas y acciones que tiendan a mejorar la relación entre el nivel de actividad y el de ocupación. Y, por tanto, a mejorar el nivel de vida.

El mapa del empleo muestra -según datos del Indec correspondientes al primer trimestre del año- que en el país hay 19,85 millones de ocupados. Tres de cada cuatro son asalariados y uno de cada cuatro está en el cuentapropismo. Y un tercio de los dependientes no está registrado.

Cuando se mira sólo el segmento de los asalariados en blanco del sector privado (según la información del Sistema Integrado Previsional Argentino - SIPA), resultan ser 6,18 millones las personas incluidas a mayo pasado, una cifra superior en un 0,5% respecto de un año atrás. En los últimos tiempos, la variación no fue significativa y, si bien en agosto de 2016 cambió el signo de negativo a positivo, en abril y mayo pasados hubo leves caídas mensuales.

El alza del 0,5% interanual es un promedio de los movimientos dispares que hay en el mercado laboral. Por caso, mientras que en la construcción (donde está el 7% de los empleos en blanco) la evolución fue positiva y del 7,7%, en la industria (que reúne a casi el 20% de los asalariados registrados) los números reflejan una caída interanual del 2,8%. En el primer caso, la actividad en las obras (principalmente las públicas) viene creciendo a ritmo alto desde marzo, después de un 2016 con meses de muy escaso movimiento. Y las fábricas (medidas en su conjunto) comenzaron a reactivarse en mayo en la comparación interanual, pero en este caso, el nivel de empleo suele ser más inflexible, porque durante la caída de la producción hubo plantas en las que se mantuvo a trabajadores, con menos horas ocupadas.

Para los próximos meses, los analistas prevén, por lo general, un nivel promedio de creación de puestos que permitiría mantener la desocupación en un nivel cercano al actual, pero sin reducirla significativamente.

"Nosotros tenemos un análisis de largo plazo que muestra elasticidades entre el empleo formal y el producto de 0,7", dice desde el Ministerio de Trabajo José Anchorena, subsecretario de Estadísticas, Estudios y Políticas Laborales, quien afirma que esa relación puede mejorar con determinadas políticas. La elasticidad citada significa que, por cada punto de crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI), crece 0,7% el empleo.

Si eso se diera así en adelante y si se creciera a una tasa del 3% anual, se crearían unos 130.000 puestos asalariados formales privados en un año, o 250.000 si esa relación pudiera extrapolarse a todo el trabajo en blanco (incluyendo a cuentapropistas y al sector público donde, en rigor, juegan factores diferentes). Según Anchorena, como en épocas de crecimiento hay cierta tendencia a una regularización de trabajadores, la elasticidad resulta más baja en el sector informal: cae a 0,4 por cada punto del producto.

Algunos economistas de consultoras privadas, como Marcelo Capello, del Ieral, ubican sus proyecciones en cifras cercanas a las mencionadas.

Un crecimiento aproximado del 3% anual del PBI es la estimación promedio que hacen, para 2017, 2018 y 2019, los centros de estudios que participan del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), publicado por el Banco Central.

El número de puestos de trabajo que, según se estima, podrían crearse en la actividad privada, es una cifra cercana al número de personas que se suman cada año a la fuerza laboral sólo por el crecimiento de la población. Es por eso que, de no mediar factores o acciones que aceleren la generación de puestos, no se lograría una baja del desempleo, un indicador que también depende del porcentaje de la población que esté activa (es decir que tiene o busca trabajo).

Para Leonardo Gasparini, director del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas) de la Universidad de La Plata, en América latina un crecimiento anual del PBI del 4% por cuatro años estaría asociado, en promedio, con un aumento de menos de dos puntos en la tasa de empleo, según la conclusión del análisis de una amplia base de datos. "La realidad argentina podría ser diferente, pero es útil tener en cuenta estas estimaciones como indicativas de la magnitud de lo esperable", dice.

"Es probable que en el corto plazo el repunte de la actividad no se refleje en una mejora sensible de los indicadores laborales", dice Fabio Bertranou, director de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para el Cono Sur. Cita al menos dos razones para ello: una, que hay sectores, entre los que ganaron dinamismo, que tienen baja tasa de elasticidad del empleo (no es el caso de la construcción), y la otra, que en los últimos tiempos hubo cierta resiliencia, que llevó a que el desempleo se haya mantenido sin subir a dos dígitos y a que la informalidad no subiera sustancialmente.

Un relevamiento realizado en junio por SEL Consultores entre 1400 empresas, mostró que, a la hora de identificar en qué momento se reactivarían las búsquedas laborales, las respuestas se concentraron en 2018: marcaron ese año el 33% de las micropymes, el 36% de las pymes y el 40% de las grandes firmas. Y, mientras que muchos eligieron el renglón del "no sabe", para este 2017 mostraron optimismo el 9% de las empresas micro y el 15% de las medianas y grandes.

Entre los factores que pueden incidir en la relación entre PBI y empleo están el perfil del repunte económico; las reglas en las relaciones entre empleadores y trabajadores; el avance tecnológico, y la situación social.

El perfil del crecimiento. "El empleo crece de manera heterogénea, como la economía. En servicios, comercio y construcción avanza, y en la industria cae en las ramas más mano de obra intensiva", afirma Dante Sica, director de la consultora Abeceb, donde estiman que este año el empleo crecería un 1% "y en 2018 algo más, porque hay sectores, como el de petróleo y minería, que tienen hoy tasas negativas pero que guardan potencial para crecer".

Gasparini apunta que los sectores de mayor generación de empleos (y en particular, de empleos no calificados) son la construcción, el comercio y los servicios personales. Pero, a la vez, "son los menos dinámicos en cuanto a productividad y generación de divisas". Por eso, dice, la estrategia de crecimiento "debe ser balanceada".

Un punto a considerar es qué pasó con los niveles de ocupación de cada actividad en tiempos de recesión. "En algunos sectores, la caída del empleo no fue tanta como la del nivel de actividad; esto indica que ahora tampoco habrá tanto efecto", señala el economista Luis Beccaria, investigador de la Universidad de General Sarmiento. En casos en que se mantuvieron las dotaciones (o no se redujeron tanto como la actividad) habrá más horas de trabajo y más ingresos para quienes ya están, pero no más puestos.

Esa situación diferencia a lo que podría pasar ahora respecto de lo que pasó tras la salida de la gran crisis de 2001. Un estudio del Ieral muestra que, si bien en el período de 2004 a 2017 la elasticidad entre empleo y producto fue de 0,66, hay diferencias cuando se mira el dato por etapas. Entre 2004 y 2007, la tasa fue de 1,53. "Había una alta capacidad productiva no utilizada", recuerda Capello.

Javier Lindenboim, director del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (Cedes) de la UBA, dice que, en aquellos tiempos de principios del siglo, se habían movido con más rapidez las pymes, un segmento de la actividad tecnológicamente no tan avanzado y, a la vez, mano de obra intensivo. "Ahora el sector medio del empresariado no se decide a pensarse a sí mismo formando parte de la estrategia de crecimiento", analiza. Y la causa sería que fue golpeado por factores como el incremento de las tarifas.

"Hay que ver el peso del costo de las tarifas en cada caso, pero en los últimos años se había perdido eficiencia energética y hay mucho por mejorar; de hecho, hoy se ve que la actividad y el uso de energía decrece. Eso se llama eficiencia energética", afirma un funcionario del Gobierno.

Mientras tanto, y frente a las noticias de despidos en varias empresas, en la cartera de Trabajo señalan que la dinámica laboral tiene un promedio de 300.000 bajas y 300.000 altas mensuales, con un saldo que en los últimos meses no da negativo.

Las políticas y regulaciones. "La elasticidad puede elevarse si el Gobierno implementa reformas en las regulaciones y genera incentivos para las contrataciones", señala Capello, quien agrega que la creación de puestos "resultará mayor o menor en función de lo que ocurra con el precio relativo entre el trabajo y el capital, porque hoy la ecuación favorece la automatización de tareas".

Desde el Gobierno ya se manifestó con toda claridad que se considera elevado el costo de los contratos laborales. El demorado debate sobre esa cuestión, de la que hay diferentes puntos de vista, está atado tanto a la reforma tributaria como a la previsional, ambas comprometidas por ley para los próximos años. En lo que a los cambios jubilatorios se refiere, no es menor el análisis de los efectos que en el mercado laboral podría tener el hecho de incentivar a las personas a quedarse más años en actividad.

Para Capello, una reducción segmentada de los costos laborales no salariales y la capacitación para jóvenes hoy inactivos, serían dos medidas de acción fundamentales.

Sica agrega que debería hacerse eje en bajar la informalidad y en modernizar las relaciones del trabajo, "porque algunos convenios colectivos reflejan formas de trabajar de los años 60". Según el economista, los acuerdos sectoriales de competitividad que impulsa el Gobierno (iniciados con el caso de Vaca Muerta) "son un puente hacia una nueva ley".

Coincide Lindenboim en que habrá que discutir la dinámica de los vínculos. Agrega que rigen cuestiones que son beneficiosas para algunas estructuras sindicales, pero no para los trabajadores representados.

Desde la cartera laboral, Anchorena enumera tres acciones que, según considera, favorecen la dinámica del trabajo: la promoción de la ley de primer empleo (que el Gobierno no logra que apruebe el Congreso); el desincentivo a la judicialidad (se aprobó una ley tendiente a reducir los litigios por accidentes de trabajo, a la que deben adherir las provincia), y las políticas de formación profesional.

Un tema que se sumó a la agenda del debate es la reforma laboral aprobada por Brasil, que le daría a ese país más competitividad en término de costos de mano de obra. "Probablemente acelere en nuestro país el debate sobre la posibilidad de flexibilizar los convenios", considera Capello. En Brasil, señala, uno de los cambios importantes fue el de disminuir la influencia de las convenciones colectivas en favor de acuerdos individuales, por empresas y por sector.

"La reforma de Brasil presiona porque está en la región y es un país que busca captar inversiones; no hay que copiarlo, pero tampoco hay que ignorarlo", sentencia Sica.

El avance tecnológico. En la opinión de Gasparini, este factor es central entre los que podrán modificar la relación esperable entre el crecimiento económico y el empleo. El investigador del Cedlas considera que, más importante que la magnitud de la tasa a la que avance el PBI, es que la tendencia positiva se mantenga por muchos años.

Mientras que en la industria la tendencia a la caída del empleo en muchas partes del mundo ya está dada por las tecnologías, considera Gasparini, la novedad es que los cambios llegan a servicios que se creían blindados a los efectos de la robotización.

Desde la OIT se hizo este año un llamado para promover una agenda de debates sobre políticas y acciones que podrían mitigar los impactos en el mundo laboral de la robotización y las nuevas formas de la economía. Reorientar planes educativos, reducir jornadas laborales, fijar un ingreso básico universal, y hasta disponer un impuesto al robot, son algunos temas que, a nivel global, se discuten.

La estructura social y del empleo. En una Argentina en la que tres de cada diez habitantes son pobres, la creación de empleos que incluyan a las personas de grupos vulnerables y una formalización significativa de la economía no registrada, son desafíos que potencian al puro objetivo de que haya más fuentes laborales.

"Una cuestión a tener en cuenta es qué tipo de empleo se va a generar, porque hoy buena parte del stock de desempleados y también de quienes se suman a ese universo son personas con baja calificación", advierte Beccaria. Sobre el plan Empalme que lanzó el Gobierno, sostiene que, aun cuando no genera más puestos, sí apunta a una mejora distributiva, porque ayudará a quienes no tienen el llamado "capital social", a incorporarse al segmento formal. El plan promueve que quienes cobran planes sociales los mantengan durante los primeros meses de una contratación laboral en el sector privado, y que el monto mensual cobrado sea a cuenta de lo que debe pagar el empleador. Así, se beneficia a ambas partes.

Según los datos del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica (UCA), menos de la mitad de los trabajadores de los centros urbanos del país (sean asalariados o cuentapropistas) tiene un empleo en el que se cumplen plenamente los derechos. El índice se reduce a sólo el 11% en el estrato socio económico más bajo de la población.

"Hay que perseverar en consolidar un programa integral de promoción de la formalización -destaca Bertranou, de la OIT-. El empleo en condiciones precarias es y será de baja productividad, a la vez que la informalidad perpetúa la exclusión social. Además, las políticas de desarrollo productivo tendientes a diversificar y complejizar la matriz, requieren trabajadores formales, calificados y con habilidades acordes a las nuevas exigencias del esquema productivo".

Los cambios que vendrían en la legislación

Los ejes de una reforma

Bajar los costos de las contrataciones, promover una menor conflictividad y establecer un sistema permanente de capacitación, serían los ejes de la reforma laboral que impulsará el Gobierno después de las elecciones de octubre

El efecto Brasil

El ministro de Trabajo, Jorge Triaca, dijo días atrás, en declaraciones radiales, que "la reforma de Brasil se adecua a lo que quieren hacer ellos y no a lo que necesitamos nosotros"

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El funcionario también afirmó, ya varias veces, que hay que descartar reformas que no estén consensuadas entre los diferentes actores de la economía. "Hay posibilidad de diálogo entre Gobierno, trabajadores y empresarios", dijo


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