Las políticas de Estado llegarán con las entidades unidas
Para aportar soluciones que promuevan las políticas de Estado que necesita el sector agropecuario y el complejo agroindustrial es imprescindible que trabajen unidas todas las cámaras y entidades del campo
Autor: ARTURO NAVARRO - 22/03/2004
Las diferentes propuestas, discutidas y aprobadas por la mayoría y consensuadas con las áreas oficiales respectivas serían el camino más rápido para promover y lograr las leyes que establezcan las políticas de Estado que reclama el sector. Es la única forma de terminar con los individualismos, que tanto mal nos hacen.
El cuestionamiento de la representatividad de nuestra dirigencia se refiere a la actualidad y a los últimos años en los cuales se ha producido una gran transformación del sector, que permitió la duplicación de la producción de granos, entre otros ejemplos.
El debate no es para buscar responsables sino para lograr los cambios que corrijan el papel de la dirigencia.
En estos últimos años las transformaciones de los sistemas de producción fueron cambiando con tanta velocidad que dejaron a muchos productores fuera del sistema. Esto no sucedió sólo en la Argentina, sino también en Brasil, Chile, España y México, entre otros países. Posiblemente aquí fue de un impacto mayor al salir de una economía cerrada.
Por lo tanto no podemos echarle la culpa sólo a las políticas económicas por lo ocurrido a muchos productores. Tenemos que asumir que hubo una gran resistencia al cambio porque se creía que se debía seguir con el tradicional sistema de producción basado en las ventajas naturales.
Fue estratégico cómo se debía trabajar tranqueras afuera para poder agregarle valor a nuestra producción, con su transformación y comercialización buscando métodos de asociación para las ventas. Ni qué decir, en la adaptación de las nuevas tecnologías, directamente relacionadas con el producto final que tenia que llegar a las góndolas.
En ese nuevo escenario, salvo algunas excepciones, la dirigencia agropecuaria tradicional no participó directamente. En muchos casos apareció oponiéndose, por ese falso nacionalismo que veía en la inversión y la tecnología extranjera un ataque a nuestro ser nacional. No supo o no quiso reconocer que éste era el único camino en esas coyunturas, por nuestras limitaciones de conocimientos y de recursos, para poder desarrollar el sector y el interior del país.
En ese mismo contexto, productores, profesionales y empresarios expresan un importante rechazo por la representatividad de la dirigencia del agro porque se ven más identificados con las entidades técnicas o por productos.
Las entidades tradicionales en todo este proceso de grandes transformaciones se quedaron discutiendo los temas de coyuntura y, por lo tanto, no pudieron trabajar en la planificación de las políticas de Estado.
Inclusive hoy no tienen una posición uniforme sobre qué reforma impositiva necesitamos para un país federal ni cómo debe ser el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa). Siguen discutiendo qué sistema de trazabilidad quiere el sector y no se dan cuenta de que tiene que ser el que sea creíble para nuestros compradores. Se formó el Instituto de Promoción de Carne Vacuna y hoy no somos capaces de hacerlo funcionar. Todavía siguen discutiendo el funcionamiento de la ley de emergencia agropecuaria, cuando en el mundo fue reemplazada por una política de Estado basada en un seguro implementado por la actividad privada y pública. Por otro lado, nunca asumieron un papel protagónico para promover el desarrollo de la biotecnología. Tampoco hay una posición uniforme acerca de dónde deben salir los recursos para la investigación y el desarrollo de nuevas variedades, cuando en el mundo esto no se discute.
Por la dimensión de los temas enumerados estoy convencido de que hoy no alcanza con la unión de las entidades agropecuarias para hacer las propuestas para las políticas de Estado que necesita el sector, porque han mostrado incapacidad de trabajar juntas. Hoy no se debe seguir defendiendo sólo la materia prima, sino pensar en el producto terminado en la góndola. Es necesario entonces un trabajo en conjunto de todas las entidades que conforman el complejo agropecuario y agroindustrial, si realmente queremos tener las políticas de Estado para darles previsibilidad al trabajo de nuestros productores y empresarios.
Hay que mirar cómo funciona la dirigencia en Brasil. Allí se conformó hace muchos años la Confederación Nacional de Entidades Agropecuarias, que es la única voz ante los poderes públicos nacionales y estaduales. Es la entidad que propone el ministro de Agricultura y comparte con el gobierno las gestiones para promover el desarrollo. Es la que presiona en los partidos políticos para poner representantes en las listas de candidatos, sin importar las ideologías. No es casualidad que el Congreso brasileño tenga 160 legisladores que representan al sector agropecuario.
Tenemos mucho que aprender y es urgente que nos pongamos a trabajar en la formación de una entidad "supranacional" que sirva efectivamente al productor, al interior para retener su gente y al país para duplicar en pocos años sus exportaciones con valor agregado realizado por argentinos.