“No hay necesidad de dejar de sembrar maíz”: la enseñanza de un brasilero experto en chicharrita.
El principal referente brasilero sobre chicharrita compartió conocimientos en el Congreso de Maizar. Cómo actúa la plaga y qué herramientas ayudan a eliminar a las ninfas.
Autor: Lucas Villamil Clarin Rural - 27/05/2024
Siempre es bueno poder transformar la experiencia en aprendizaje, a eso apunta toda la cadena maicera con el tema chicharrita. Pero más sabio aun es aprender de la experiencia ajena. Con ese propósito, desde Maizar decidieron invitar al Congreso de este año, que tuvo lugar el miércoles en la ciudad de Buenos Aires, al principal referente sobre esa plaga que tiene Brasil.
Paulo Garollo, del centro de investigación Fitolab, explicó que la primera aparición con daño económico de la llamada “cigarrinha do milho” se observó en 1995 en la región central baja de Brasil. Por aquel entonces se sembraban en todo el país 3,3 millones de hectáreas de maíz, principalmente en fechas tempranas. Para cuando volvió a haber una aparición contundente de la plaga, en 2015, la superficie sembrada con el cereal había ascendido a 15 millones de hectáreas y las fechas de siembra se habían diversificado, lo cual favoreció la expansión de la chicharrita o cigarrinha.
El daño económico fue muy grande, pero eso, según remarcó Garollo, no impidió que la siembra del cultivo siguiera creciendo en Brasil, donde en 2018 sembraron 21 millones de hectáreas. “No paramos el cultivo, al contrario, avanzamos. No hay necesidad de dejar de sembrar maíz”, aseguró ante un público que respiró aliviado, y luego enumeró algunos datos concretos que serán claves para el manejo de la plaga en las próximas campañas.
“Cuando vamos a elaborar una práctica de manejo necesitamos estrategias, no se trata solo de un producto. Hay que conocer la plaga, su biología”, advirtió, y puso especial énfasis en un dato central: “Sabemos que las ninfas viven debajo de las hojas. No es fácil matarlas, pero es necesario”.
Respecto a la chicharrita adulta, Garollo explicó que pueden sobrevivir de 5 a 7 semanas sin alimentación y que la temperatura es clave para su reproducción. Si la temperatura media anual es de 26 grados puede haber hasta 6 generaciones por año de la plaga, como sucede en algunos estados de Brasil. Temperaturas menores impactan fuertemente en su reproducción. Con medias de 16 grados cabe esperar 3 generaciones anuales, y con medias de 10 grados, una sola generación anual.
En cuanto a spiroplasma y fitoplasma, las dos bacterias que transmiten las chicharritas infectadas y que generan el complejo de achaparramiento, el especialista brasilero explicó que actúan en el floema, que son los conductos que trasladan el azúcar a través de la planta. Las hojas producen azúcar pero no logran trasladarla a las espigas, lo cual deriva en distintos síntomas como el enrojecimiento de las hojas desde los bordes y la cosecha de espigas con pocos granos y con granos sin llenar.
“La chicharrita -explicó Garollo- penetra la planta para llegar al floema, dónde circula el azúcar. Pero para eso tiene que atravesar el xilema, y ahí se contamina con insecticida. Pero para matar a las ninfas, que por estar debajo de la planta no atraviesan el xilema para alimentarse, hace falta productos insecticidas con translocación laminar. Además hay que tener en cuenta que las larvas están en las hojas de abajo de la planta”.
Entre las prácticas de manejo recomendadas por el brasilero, la primera de todas es la eliminación del maíz guacho, y la segunda es el control inicial con insecticidas neonicotinoides, que son sistémicos y translaminares, los más efectivos para el control de las ninfas. El tratamiento de semillas, según Garollo, también es indispensable.
Respecto a la selección de híbridos, un aspecto que concentra los esfuerzos de buena parte de la cadena local, el brasilero destacó que los materiales templados producen más monoterpenos que los tropicales, lo cual atrae más a la plaga. Eso explica en cierta medida el mejor comportamiento que muestran los híbridos tropicales.